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«¡Por todos los dioses!», grité en mi interior mientras alcanzaba el quicio de la puerta y veía cómo Cassian iba directo hacia Darshan, que no se encontraba en condiciones para poder apartarse con facilidad. Vi a cámara lenta cómo el brazo de mi amigo retrocedía para impactar de lleno sobre la mandíbula del otro; intenté llegar antes de que el puño de Cassian alcanzara su objetivo, pero Darshan consiguió apartarse del camino del puñetazo, mostrando unos reflejos desconocidos hasta ese momento.

Aproveché aquellos breves segundos de confusión que Cassian utilizaría para corregir la trayectoria, y tratar de no errar en aquella segunda ocasión, para abalanzarme sobre su espalda y retenerle por el brazo. Sentí la tensión de sus músculos bajo las palmas de mis manos, la rabia que recorría su cuerpo y cuyo principal objetivo era el chico que teníamos delante observándole con una expresión de recelo y sorpresa por la repentina llegada de mi amigo.

Cassian me miró por encima del hombro con un brillo casi asesino reluciendo en sus ojos. No me amedrentó, pues no era la primera vez que me topaba con aquella faceta de mi amigo en la que ansiaba un derramamiento de sangre; Cassian no me daba miedo y no me preocupaba tener que enfrentarme a él para frenar sus instintos homicidas.

—Detente ahora mismo —le ordené.

Cassian entrecerró los ojos, molesto por mi interrupción. La tensión no rebajó un ápice, a pesar de la advertencia implícita de mi mirada: «no me obligues a hacerte daño»; en aquellos instantes no quería empezar una confrontación, no después de que nuestra amistad se hubiera visto afectada por la discusión que mantuvimos en aquella casa abandonada donde encontramos refugio, después de que aquel nigromante salvara mi vida y me sacara de palacio. Pero no me iba a temblar el pulso si Cassian nos empujaba a ello.

El ambiente de mi reducido dormitorio se hizo mucho más pesado conforme los segundos transcurrían sin que mi amigo diera señales de querer hacerme caso. Nos sostuvimos la mirada hasta que Cassian fue el primero en relajar el brazo por el que lo tenía detenido; lo liberé con cautela y dirigí un rápido vistazo a Darshan, cuyo cuerpo no se había relajado un ápice desde que mi amigo irrumpiera de ese modo, intentando golpearle.

Dejé que Cassian se deshiciera de mí y le di un golpe en el hombro, obligándole a retroceder un paso. Eo continuaba en el umbral de la puerta, con los ojos abiertos de par en par por el temor de haber visto cómo su hermano perdía la compostura.

—¿Qué demonios haces aquí? —le espeté, colocándome discretamente entre él y Darshan.

Cassian resopló mientras su mirada regresaba hacia el chico con un brillo de peligro reluciendo en el fondo de sus ojos.

—Salvarte la vida, evidentemente —contestó.

Enarqué una ceja y me moví cuando lo hizo Cassian, manteniendo a Darshan a mi espalda y convirtiéndome en un muro entre mi amigo y él.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora