61. Miedo

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**SEGUNDO capítulo de hoy. Si no han leído el anterior es importante que se devuelvan. :)

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Aslan tomó mi mano y nos dirigió a la sala, donde me invitó a sentarme en el sofá. Permanecía serio, pensativo, aunque al mismo tiempo intentaba ocultar una pequeña sonrisa en su rostro. Me miró con determinación antes de hablar.

— ¿Por qué quieres hacer esto?

Mis cejas se hundieron un poco formando un ceño. No imaginé que fuera a hacerme esa pregunta.

—Porque... —comencé pero me detuve siendo víctima de mis inseguridades. Él paseó sus nudillos por mi mejilla acariciándome despacio, animándome a continuar— Porque a veces no me cabe en el pecho la marea de sentimientos que causas en mí, y quiero descubrir cómo se siente dar este paso contigo.

Me sonrió con más confianza ahora y se acercó a mí para darme un beso tan lento y suave que erizó los vellos de mi nuca y encendió cada milímetro de mi piel. Las yemas de sus dedos exploraron mi cuello, viajando después por mis brazos hasta llegar a mis manos. Con un gesto tan simple desató un tsunami en todo mi cuerpo, cortando mi respiración y disparando mis pulsaciones.

—Quiero estar contigo, Primavera —susurró en mis labios—, te deseo lo suficiente como para volverme loco. Pero necesito que estés segura de esto.

Me limité a asentir para demostrarle que también quería estar con él. Acto seguido me puse de pie y extendí mi mano para que hiciera lo mismo. Tragué fuertemente, tomé sus dos manos y las llevé al extremo de mi camisa, pidiéndole con la mirada que se deshiciera de ella.

Se acercó más a mí y volvió a besarme con mayor seguridad, con menos pudor, entrelazando su lengua con la mía, grabando mis labios en los suyos como si tuviese miedo de olvidarlos en cualquier instante. Comenzó a subir mi camisa acariciando mi vientre con cuidado, luego mis costillas. Hasta que se detuvo.

—Estás temblando —anunció, juntando su frente con la mía.

Disfruté de su respiración mezclarse con la mía así como de su cercanía. Sentí el temblor de mi cuerpo y el aumento de mi ritmo cardíaco por mil.

—Tengo miedo —confesé.

—Prim, te dije que si no estás-

Llevé mi dedo índice a sus labios. Mis ojos azules se encontraron con la miel de los suyos.

—No tengo miedo de entregarme a ti. Lo que me aterra es que salgas corriendo cuando descubras lo que soy, cuando tus ojos se decepcionen de lo están a punto de ver.

Negó sutilmente con la cabeza y me sonrió.

—Me resultaría imposible huir de la única persona que me ancla a la realidad y al mismo tiempo me hace soñar incansablemente.

Me sorprendí cuando él mismo comenzó a quitarse su ropa, sin mucha vergüenza o preocupación. Cuando se quedó solo con sus bóxers, se encogió de hombros.

—Esto es lo que soy yo —dijo—. Soy flacuchento y desganado. Confieso que odio las pecas en mis hombros, y me genera un poco de inseguridad no tener muchos vellos en el pecho, es como si no me viera tan hombre. Es un poco contradictorio ya que tengo más cabello y barba que carne en mi cuerpo.

Los dos nos reímos ante ese comentario.

—A mí me gusta lo que veo —sonreí.

—Porque la belleza está en los ojos de quien la mira.

Comprendí a dónde quise llegar con eso. Suspiré y le di la señal para que sus manos retomaran su camino, comenzando a desnudarme con lentitud, como si disfrutara cada segundo de ello.

No podía creer que esto estaba sucediendo. 

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora