1. Bóó: El primer cumpleaños.

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Miércoles, 22 de febrero de 2012

        Rachel había querido un pastel que rayase la locura y lo había obtenido. Madison, tan amante del azúcar como lo era, no dejaba de intentar alcanzarlo y meter sus manitas en él.

—Dios, ¿no le dan de comer? —John negó con la cabeza y le pasó un pastelito del tamaño de una moneda, el cual devoró en menos de un santiamén—. No entiendo cómo puede ser así de pequeña, mientras nosotros no dejamos de comprarle ropa más grande a Kevin.

—Nos hace correr tras ella todo el tiempo. —Como si entendiera la desaprobación en mi tono, mi pequeña flor sonrió y se escondió en el cuello de su tío.

—Así que el deporte es la solución…

         Asentí mientras recuperaba a mi hija.

— ¡Nathan! —Rachel apareció a mi lado con expresión molesta—. Los niños deben estar por allá. Madison tiene derecho a disfrutar con sus amigos, es su día.

—La encontré llorando. —Mi mandíbula se tensó—. No debería estar llorando en su día, en lo que a mí concierne. Y yo la veo muy feliz aquí.

         Traicioneramente, mi pequeña flor pataleó para ser depositada en el piso. Rachel atrapó su mano con una sonrisa satisfecha y ambas caminaron hacia el parquecito donde los compañeros de la guardería de Madison jugaban, y también donde minutos atrás había estado sollozando por haber sido empujada.

Salvajes.

—Así que…

         Desvié mi atención del castillo de plástico y miré al rubio, cuya corbata era de estampado de regalos, igual al de la camisa de mi sobrino.

— ¿Así que?

—…serás padre otra vez —Sonrió de oreja a oreja—. Ustedes dos no perdieron el tiempo, ¿eh?

—Mañana tendremos nuestra primera consulta. —dije, tratando de ocultarle un poco de la emoción burbujeante que amenazaba con hacerme explotar desde hace más de una semana—. Pero no le digas nada a nadie, queremos esperar un poco más…

— ¿A casarse? —Puso los ojos en blanco—. Ya no estamos en esos tiempos, Nathan. Ahora la mayoría de las personas se casan con o por un bebé en camino. Nadie los juzgaría…

—No es por eso —gruñí, aunque la idea de poner un anillo en su dedo me gustaba y ya se estaba desarrollando—. Queremos adáptarnos a la idea primero.

—Ah, bueno. —Me dio una palmada en la espalda y me abrazó—. Felicidades, papá. ¿Cómo te sientes?

         No pude evitar sonreír como un idiota enfermo de amor.

—Genial, no…no hay nada con lo cual lo pueda comparar.

—Tendrán que hacer otro cuarto. —Me pasó una cerveza que robó de la cava de Loren—. Y si siguen así les recomiendo comprar un hotel. Me han dicho que tiene muchas habitaciones para llenar.

—Estoy pensando en mudarme a un lugar menos usado, algo nuevo. —John entendió que me refería al hecho de mí comprando la casa donde ahora vivía con mis dos florecitas, para Amanda y nuestra supuesta vida juntos.

—Sabes que cuentas conmigo para lo que quieras.

—Gracias. —Brindé—.  ¿Quién te contó?

—Rachel le contó a Luz en el parque, Luz le contó a su mamá y yo escuché.

— ¡Cariño! —La mencionada se acercó con una deslumbrante sonrisa—. Marie y tu madre se están encargando de los pequeños, ¿Podemos bailar? ¿Podemos?

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