68. Lucha

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—Vas a hacerlo ahora —ordenó Jorge cogiéndome de un brazo y dirigiéndome al pasillo de las habitaciones

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—Vas a hacerlo ahora —ordenó Jorge cogiéndome de un brazo y dirigiéndome al pasillo de las habitaciones. Su voz había perdido cualquier rastro de benevolencia y de esa alegría retorcida con la cual había llegado.

Me resistí como pude e intenté apartar su mano sin mucho resultado mientras él continuaba moviéndome casi a rastras.

— ¡Déjame en paz! —bramé con la esperanza de que eso le detuviese. Pero en el fondo sabía que no lo haría.

Y no lo hizo.

—Te has vuelto muy osada, Verita. Estás logrando sacarme de mis casillas.

Mis mejillas estaban más empapadas que nunca y aunque no paraba de llorar al sentirme acorralada por él de nuevo, al mismo tiempo sentía una adrenalina en mi interior que me obligaba a luchar por mi pequeña familia, por esas personas que tanto habían apostado por mí.

Se los debía. Me lo debía a mí misma.

Entre el forcejeo de ambos, caí al suelo, permitiendo eso que él me soltara por un par de segundos en los cuales el mundo se detuvo y pude plantearme opciones:

Podía correr hacia mi celular que se había quedado en la mesa de la sala, así llamaría a Aslan o a Teresa para que pudieran ayudarme. El problema: eso tomaría varios segundos en los cuales Jorge me atraparía de una vez por todas.

También podía golpearlo con cualquier cosa para ganar tiempo. Si lograba derribarlo podría escapar de allí velozmente. El problema era que no tenía ni la fuerza física necesaria ni agilidad, además de no contar con algo cerca con lo cual dejarlo en el suelo.

Así que opté por la última opción: correr hasta llegar a la puerta y allí gritar por ayuda.

Me levanté trastabillando y casi perdiendo el equilibrio pero en menos de un segundo ya estaba en camino a la puerta, sintiendo mis pulsaciones doler en mi cabeza. Estiré la mano para alcanzar el pomo, pero no llegué a tiempo.

Sentí la mano de Jorge jalarme por el cabello y despedirme de mi única vía de escape mientras caía al suelo de nuevo.

Sin embargo eso no me impidió gritar. Ni siquiera sabía lo que estaba gritando, simplemente intenté hacer todo el ruido posible. Si había alguien en alguno de los departamentos contiguos, me escucharían. Recé para que eso ocurriera y alguien pudiera llamar a la policía.

Jorge se sentó a horcajas sobre mí y me tapó la boca con fuerza, con su mano libre intentó contener las mías que luchaban contra él, golpeándolo, arañándole hasta el rostro.

—Vaya que te han crecido ovarios, pero como sigas rompiendo mis pelotas me obligarás a tomarlo como si tú fueses un problema. Te he querido siempre, mi Verita, por eso tienes que coger tus malditas cosas para irnos ahora. Te lo estoy ordenando. ¿O necesitas que te demuestre cuan serio puedo llegar a tomarme esto?

Estaba acorralada y no sabía cómo escapar de la situación. En lo único que podía pensar era en Belén y en Aslan, en que de momento estaban a salvo y tenía que asegurarme que siguieran así.

Esta vez no era la misma niña de dieciséis. Esta vez tenía algo por lo que luchar.

Cuando Jorge me vio más calmada, apartó su mano de mis labios, me liberó y sonrió.

—Así me gusta, chica lista.

Aproveché ese momento para volver a gritar pidiendo ayuda y mis manos exploraron mis alrededores buscando algún objeto para defenderme. Fracasé. Lo único que logré mover fue la pata de una de las sillas y ésta le cayó a él en la espalda.

Jorge tensó la mandíbula y para callarme recurrió a sus viejos métodos. Estrelló sus nudillos contra mi pómulo y escuché un crujido. Sentí todo en mi cabeza moverse, desde mi cerebro hasta mis propios ojos. Aun así la adrenalina que corría por mis venas y la ira latente en mi interior amortiguó un poco el dolor —que sabía que sentiría por completo en unos minutos—. Lo único en lo que podía pensar era en golpearle para escapar de allí.

Cogió mis dos manos con una de las suyas de nuevo, y apretó mis mejillas fuertemente con sus dedos impidiendo que emitiera sonidos.

—No eres tan lista después de todo. No me dejas otra opción —murmuró—. Pero voy a disfrutar mucho hacer esto. 

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora