capítulo cuatro.

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Manuel era el más alto del curso, su tes era trigeña. Su madre y padre lo habían abandonado con sólo un año de vida, siendo adoptado siete años después por una familia de riquezas; pero para que se hiciera más fuerte aún, lo matricularon en mi colegio.

Siempre que yo traía dulces, me compraba una docena y me daba dos para que yo comiece algo, ya que los dulces que me daba mi abuela de colación, yo los vendía para generar más dinero; eso sí, los vendía sin que mi abuela supiese.

Manuel era un gran amigo, me protegía como si fuese su hermano. Casi todos los días me molestaban porque mi madre se quiso quitar la vida o porque mi padre nos abandonó.

Me subí a la micro para que me llevase al departamento, por suerte el señor de la micro conocía a mi abuela y lo que nos costaba juntar dinero, por aquello yo no pagaba; mi abuela le daba un postre al mes.

Subí al ascensor, entré al departamento, mi madre y abuela estaban sentadas en la mesa. Hace una semana ya mi madre Lorene tenía que usar oxigeno, sacó su mascarilla y habló.

-Felipe, hijo mío. Iremos a una terapia familiar.

No sabía que decir, eso era bueno. Colgué mi mochila y me senté a comer con ellas.

-¿Qué día?-Pregunté.

-Mañana te retirare del colegio-Dijo mi abuela.

-Bueno.

Retiré mi plato de la mesa; mañana tenía prueba de matemáticas, y no sabía mucho de la materia, pero por suerte tenía a Manuel que era experto en matemáticas; le hablé al WhatsApp para cordinarnos y mañana después de ir a terapia familiar iría a su casa.

A mi madre no le importaba mucho donde iba, me tenía confianza al igual que mi abuela. Nunca me he portado mal, era alguien de casa, bien educado, preocupado por mis estudios.

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Era el día siguiente, entré a clases normal. Vendí 30 dulces y le conté a Manuel que no sabía que era eso de terapia; pero no me preocupé tanto porque él tampoco sabía. Llegaron las dos de la tarde, nos tocó inglés y como había dicho mi abuela, vino a retirarme.

-Nos vemos-Le dije a Manuel a lo que los de adelante se rieron, yo creo que era mi habla; me sonrojé.

-¿Qué se rien?-Habló pesado Manuel y callaron.

Ibamos en la micro de don Juan quien siempre ponía la mismas canciones de Luis Miguel (ya me había aprendido las letras).

Con mi madre Lorene debíamos tener cuidado que no se saliera su oxigeno. Entramos a la sala y había una secretaria como de treinta ños quien me miraba como si fuese carne. Me asusté, pero todo pasó cuando entramos.

-Buenas tardes-Nos dijo amable un hombre.

INTO THE DREAM.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora