36. Pensamiento recurrente (primera parte)

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Solae


Con Trinidad entramos agitadas a la sala luego de haber subido corriendo los tres pisos de un tirón. Llevábamos unos cinco minutos de retraso, pero con alivio comprobamos que nuestro profe aún no había llegado.

Me fui a sentar a mi puesto y mientras sacaba mis cosas, con disimulo, desvié la mirada hacia Alex. No contaba con que él hiciera lo mismo. Al verme descubierta, me giré con brusquedad. Quizás demasiada.

¿Desde cuándo no sabía cómo comportarme frente a él? ¿Era acaso desde nuestro encuentro la noche anterior? ¿Desde el castigo? ¿Desde después de la primera junta en su casa? ¿O me sentía así solo por culpa de ese maldito sueño? Ese sueño que volvía a mí mente cada cinco minutos en repetición automática; como una canción pegada que no lograba apagar por más que intentara pensar en otra cosa.

De pronto se abrió la puerta del salón y entró Anton saludándome como si nada, sentándose con toda la tranquilidad del mundo. El profe de matemáticas llegó justo después. No sabía si Anton siempre tenía mucha suerte o si él se había encargado de que el profe no pudiera llegar antes que él. Me reí ante lo ridículo de mi ocurrencia. Ya casi estaba pensando como Alex.

La primera clase y el recreo transcurrieron lentos y sin mayor novedad, salvo porque Anton se sentía un poco más distante y Alex se mostraba algo evasivo. La clase de inglés, que ahora daba comienzo, tampoco prometía ser la excepción. Ya era jueves y quizás por eso mi mente divagaba sobre cualquier cosa menos los estudios. Se venía el Tri y era primera vez que asistiría junto a Anton, quien siempre había tenido alguna buena excusa para no poder acompañarme. También era primera vez que iba Alex y nada bueno se esperaba de esa combinación. Era obvio que esos dos no se llevaban bien, y de solo saber que la principal razón era yo, entre que se me disparaba el ego y se me intensificaba el pánico. Todos sabíamos que el Tri no se caracterizaba por ser una fiesta inocente y que sería muuuy diferente asistir esta vez teniendo novio. Me revolví en mi asiento, volviendo a recordar el sueño: cómo Anton me insistía en subir a mi habitación, cómo me tocaba... ¡Aghh! Ahora que estábamos juntos era bastante probable que Anton esperara que pasara algo más entre nosotros. Era cierto que nos conocíamos desde siempre, pero como novios apenas llevábamos unos días, ni siquiera una semana. No era lo mismo, y esperaba que él lo comprendiera. Lo quería mucho, pero necesitaba más tiempo para algo así.

Por otro lado, también estaba Alex. Alex poniendo en duda todo lo que sabía acerca de Anton. Alex sabiendo cosas que creía que nadie más conocía sobre mí. Alex entrometiéndose hasta en mis sueños y provocando que yo... Me agarré el cabello intentando volver mi atención al pizarrón. De pronto sentí la mirada de Anton sobre mí, y le sonreí brevemente para luego volver a hacer como que tomaba apuntes, pero terminé dibujando garabatos, entre ellos corazones, pulpicornios y cerditos. 

Miss Ariella? Would you please? —me sobresaltó la voz de Mr. Perfect, (apodo de Trini a nuestro profe de inglés), a quien solo escuché luego de que Anton me remeciera un par de veces. Al parecer me había estado llamando a leer el libro que repasábamos. Me disculpé avergonzada y pasé al pizarrón mientras aún intentaba encontrar la página que me indicaba. Quizás por culpa del sueño algo se había desconectado en mi cabeza y no estaba en condiciones de asistir a clases. Ésta sí que no era yo. «Concéntrate, Solae. Concéntrate.» repetía como un mantra mientras tomaba aire y me enfocaba en localizar el inicio del texto, «lo más importante es que no mires, ni pienses ni en Anton ni en Alex. Así estarás a salvo».

Comencé a leer en modo automático, haciendo ligeras pausas en que procuraba no mirar a nadie más, para escuchar los comentarios del profesor, y todo fluyó bastante bien. Sí. Todo parecía ir perfecto y ya casi estaba terminando, cuando de pronto, por culpa de un celular, traicioné mi propósito de no mirar en dirección a Alex, encontrándolo en pleno acto de estudiar mis pechos con descaro.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora