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Una voz gritó en mi cabeza «¡LO SABÍA!», haciéndome salir de la sorpresa inicial que me había causado descubrir que Darshan, el chico herido y a las puertas de la muerte que rescaté de aquel callejón, había resultado ser un compañero de armas; otro de los rebeldes que operaban en la Resistencia.

—No es posible —escuché a Cassian farfullar.

Una parte de mí quería aferrarse a ese pequeño hilo de conexión junto a mi amigo, a la incredulidad que nos había embargado después de que Darshan hubiera pronunciado aquel nombre con aquella pasmosa familiaridad, haciendo que una pieza más encajara en el puzle que conformaba desde que nuestros caminos se hubieran cruzado por azares del destino... o la maldita voluntad de los dioses.

Mis piernas se pusieron en movimiento antes siquiera de que fuera consciente de lo que estaba haciendo o qué intenciones guardaba con aquel arriesgado movimiento. Oí decir algo a Cassian, pero el molesto pitido que parecía haberse instalado en mis oídos me impidió distinguir las palabras; el hombre que nos había recibido se había quedado congelado en su sitio, con la máscara todavía cubriendo su rostro e intentando mantener la fachada de indiferencia con la que intentaba guardar lo que realmente sentía al respecto, sabedor de lo que escondía la identidad de la persona que Darshan había mentado para su «inocente» encargo.

Prabhu Vishú pestañeó, con una mezcla de desconcierto y recelo, al verme rodear el costado del otro chico para encararlo. La doncella que nos había recibido continuaba muda a la espalda de su señor, conmocionada por el giro que había sufrido aquella inesperada visita por nuestra parte.

Los ojos de Darshan se desviaron hacia mí con un gesto lánguido. Recordé la lista de adjetivos que le había dedicado en el saloncito de mi humilde hogar, el modo en que él se había burlado añadiendo algunos de su propia cosecha; ahora tendría que apuntar otro nuevo: mentiroso.

Aquel tipo era un mentiroso.

Escuché a la voz de mi conciencia —que se asemejaba demasiado a Cassian— gritar mientras mi puño se movía directo hacia el perfecto y atractivo rostro de Darshan; haciendo alarde de sus habilidades, el chico no tuvo ningún problema en detener mi golpe antes de que le alcanzara justo donde quería: la nariz. Sus dedos se cerraron alrededor de mi puño y una extraña sensación helada se extendió por mi brazo y, después, por el resto de mi cuerpo.

Nos sostuvimos la mirada el uno al otro mientras Darshan me obligaba a la bajar el puño, alejándolo de su objetivo y haciendo que una llamarada de rabia sustituyera el frío de antes. Sentí a Cassian a mi espalda, sus brazos rodeándome y la fuerza de su complexión contra mí, haciendo que retrocediera y que Darshan soltara mi puño aún atrapado entre su cepo con un brillo de intriga en sus ojos plateados.

—¡Embustero! —le escupí entre dientes.

Una vocecilla racional me susurró al oído que mi enfado era absurdo. ¿Por qué tendría que haber desvelado su verdadera identidad, el hecho de que fuera un rebelde? Yo tampoco lo había hecho; cada uno había guardado recelosamente sus secretos ante el otro por una simple cuestión: supervivencia. De haber hablado, los riesgos a los que nos hubiéramos expuesto respectivamente hubieran sido demasiado altos.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora