00,6

381 41 16
                                    

Una historia te voy a contar por pedazos, con acertijos, un secreto y muchos reflejados.

Pequeña fue, y oculta estuvo, pero su poder, nunca se retuvo.

Solo es el inicio, de lo que podrás descubrir, pero a fin de cuentas vale más que las teorías que juraste describir.

— ¡VEGA!

Edén rugió a primera hora de la mañana, avisando que si no salía de la habitación en los próximos diez minutos, él mismo se encargaría de abrir la puerta, con toda su fuerza, y me sacaría de la cama sin importar qué o cómo.

Entonces, no pude evitar la oportunidad de responderle.

— ¡Me encantaría ver cómo lo haces...—solté, estirándome en la cama—, más que nada, porque estoy desnuda!

Una carcajada salió de mi boca cuando noté el impenetrable silencio que lo recorrió, junto a los rayos de luz que fueron tomando lugar por toda la habitación hasta retocar mi tibia cama. Luego, segundos después, deslizó una nota debajo de la puerta:

«Apresúrate o llegarás tarde en tu primer día»

Sonaba tan, pero tan... tentador ni siquiera salir de mi habitación, cuando el repiqueteo de la llovizna invitaba a que pasase todo el día en la cama, buscando de un modo u otro el poder encontrar un libro en todo ese castillo que lograse llamar mi atención.

Uno erótico tal vez... que pusiese más que nervioso a Edén.

Definitivamente tentadora, pero tan imposible, cuando vi la ropa de entrenamiento sobre una mesita de cristal. Las sábanas seguían enroscadas en mis muslos desnudos, solté un profundo y sonoro suspiro—con tal de que el gorila me escuchase a través de la puerta—, probando el calor de las almohadas bañadas en flores silvestres y aceites.

Mi aroma... Nop, no estaba por ninguna parte.

Gracias a los Antiguos no era un jodido licántropo con mal olor.

Así que nunca lo dejaba. Porque si bien los reflejos amaban dejar marcado el territorio en el que sus tinieblas se habían lanzado, tanto para demostrar su poder o fuerza, yo prefería guardarme mis cosas en... la intimidad.

Para cuando me encontré lista y con la intensa necesidad de encontrar comida, Edén abrió la puerta sin golpear y me miró de pies a cabeza, como si necesitase asegurarse de que era yo, y no un espejismo, sin creerse que realmente me hubiese levantado.

—Creí que eras más educado, Edi—dije, pasándole de lado mientras él olisqueaba por doquier, revisando y asegurándose de que no se encontrara nadie derredor—. Uno toca antes de entrar. Hasta con el cuerpo, ¿sabes? Porque claro, primero, cuando vas a estar con alguien, tienes que ir por caminos para ir tomando el permiso, y ahí sí darle con toda...

Pestañeé un par de veces y me giré a verlo.

La misma frialdad del día anterior permanecía en su interior e ilustraba cada facción de su atractivo rostro. Sus músculos apenas se removieron en aquel cuerpo ataviado en ropaje negro, en tanto yo me subía la cremallera de la sudadera roja.

Porque no había nada más bonito que llamar la atención desde el primer día.

—Tienes entrenamiento por dos horas y media por ser el primer día—informó, abriéndose el bolsillo de la chaqueta para sacar una banana. Quién sabe qué más ocultaba en ese fantástico compartimiento personal. De hecho, quise preguntárselo, pero con una sola mirada, entendí que era lo último que quería, así que siguió diciendo—: Come esto o te desmayarás. Es posible que hace mucho que no entrenas o consumes, y lo último que queremos es que hagas el ridículo frente a un montón de reflejos.

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora