14. Guerra

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Guerra

No sabía bien cómo iba a funcionar todo eso, pero apagué la vocecita en mi cerebro que me decía que huyera antes de hacerle daño

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No sabía bien cómo iba a funcionar todo eso, pero apagué la vocecita en mi cerebro que me decía que huyera antes de hacerle daño. No quería tener miedo; quería disfrutar lo que fuese a suceder.

Luca me besó con más intensidad con cada segundo que pasó; me abrazó y sentí su piel en toda una explosión de energía. Mientras más gráficos nos poníamos, siempre, más vida podía obtener de él. Más fabricaba, presa de la emoción que algo tan simple, carnal y humano como besarse provocaba.

Me tumbó sobre la cama y me acarició tanto como pudo, siendo delicado cuando correspondía y fiero cuando ya no daba más. Lo atraje sobre mi pecho, sujetándole la cabeza para profundizar nuestros besos, ansiosa cada vez que su lengua se encontraba con la mía. En ese momento, no pude definir si me gustaba más que fuese tierno o prefería todo su deseo en acciones duras.

Bajó el cierre de mi pantalón y lo ayudé a quitármelo mientras susurraba algo en mis labios que no entendí bien, porque estaba abrumada por la cantidad de sensaciones...Y eso que ni habíamos comenzado. Si Luca siempre decía que besarme era como una droga, pues yo estaba teniendo los mismos efectos que él.

También se quitó los pantalones y, cuando volvió a apretarse sobre mí, yo ya no tenía ningún tipo de duda, ni de nervio ni de incomodidad por la manera en la que habíamos llegado a esa situación. Ya ni siquiera me pregunté si estaba bien hacerlo así, sin tener en cuenta mis verdaderos sentimientos por ese muchacho.

Me quité el resto de la ropa yo misma y tirité debajo de él como si tuviera frío, pero no era eso ni miedo, sino expectativa. No pude evitar ponerme roja como un tomate cuando Luca me recorrió con la mirada y el hambre, el mismo que yo tenía cuando me alimentaba de él, se hizo evidente en sus ojos, aunque con motivos más primitivos.

Poco a poco, fue pidiendo mi permiso para tocarme  de forma más íntima, donde más reacciones podía llegar a tener. Y, poco a poco, más me animé a explorarlo. Luca siempre me daba ese tipo de confianza y la forma en la que me preguntó siempre si podía tocarme o no, me dio la ligereza necesaria para avanzar también. A pesar de la timidez inicial, ambos nos encontrábamos deseosos de recorrernos sin tapujos.

Pasé mis manos por su pecho, descendiendo lentamente, y él se atrevió a tocar el mío, tanteándome con una mano un poquito mas experta, trazando el contorno de mi busto con delicadeza.

Suspiré llena de placer cuando sus labios se perdieron en mi cuello y también comenzaron a bajar. Sus caricias me hicieron retorcerme y apretarme contra él, sorprendida de lo bien que me hacían sentir. Su calor me tranquilizaba y seguía manteniéndome sana y vital.

Me besó profundamente cuando creímos que estábamos listos y buscó un condón de su mesita de noche. Se lo colocó sin prisas y me preguntó si quería asegurarme de que estuviese bien, pero, en medio de mi inexperiencia, negué. A mi me parecía que los condones se ponían de una única manera y que él se lo había colocado bien.

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