16. La terapia no es tan mala

24.1K 2.8K 1.1K
                                    

La terapia no es tan mala

Mi terapeuta era una mujer joven, de pelo rizado y rojo, que con esos anteojos violetas que usaba parecía muy risueña

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi terapeuta era una mujer joven, de pelo rizado y rojo, que con esos anteojos violetas que usaba parecía muy risueña. Durante el primer rato que estuve sentada en su sala, mantuve la boca cerrada y ella no me forzó a hablar. Mamá estaba sentada a mi lado y le repitió todo lo que le había dicho por teléfono; cómo me habían atacado y cómo eso había afectado mi vida.

Después de un largo rato, Gema, la terapeuta, hizo salir a mamá y me preguntó si había algo que yo quería acotar, ya que mamá había hablado por mí todo el rato y eso podía molestar.

Le dije que no me acordaba mucho de lo que había pasado en ese momento justo, si era que a eso se refería.

—¿Tienes dudas de lo que haya pasado? —me preguntó entonces y yo me limité a asentir.

—Por algún tiempo, estuve segura que no. Pero todo está algo borroso.

Ella anotó en su cuaderno y se mantuvo en silencio hasta que me pidió si quería narrar mi versión desde el comienzo. Negué con la cabeza y ella volvió a llamar a mamá para decirle que la primera sesión había terminado.

Por supuesto, mi madre no estuvo del todo feliz, porque apenas si había estado una media hora dentro del consultorio. Pero Gema, sabiamente, dijo que era suficiente para la primera vez, que no había porqué apresurarnos.

Lo agradecí porque no quería contarle cosas a una desconocida, por más risueña que pareciera, aún cuando el próximo viernes en la tarde tuviera que verla de vuelta y completamente a solas desde el principio.

Mamá se resignó camino a casa y yo prendí el teléfono para mensajearme con Luca y con mis amigas. Lo había apagado durante la consulta, porque aún seguía recibiendo mensajes abusivos y no tenía ganas de verlos. Apenas el teléfono encendió, llegaron como 5 WhatsApp agresivos y borré los chats incluso antes de mirarlos bien. No me interesaban.

—Si esto sigue... —dijo mamá, en tono amenazante cuando aparcaba frente a la casa.

No sabía qué pensaba hacer para frenar el acoso, pero yo ya estaba tan aburrida de él que había pasado de prestarle atención. En los recreos aún me molestaban, pero tener a Edén y a Caroline como amigas significaba que la mayoría tenía que pasar sobre ellas para joderme en verdad. Además, los docentes habían empezado a castigar a cualquiera que atraparan diciéndome algo.

Sin embargo, lo que había temido realmente pasó: para el fin de esa semana, todos se habían dado cuenta de que Nora había sido castigada a causa mía y la escuela se puso aún más, si fuera posible, en mi contra.

Descubrí a un chico de un curso inferior intentando abrirme la mochila para ponerme una pasta oscura de dudosa procedencia dentro; otro intentó hacerme una zancadilla que esquivé con la agilidad no humana que me caracterizaba y un enamorado de Nora me empujó violentamente en la fila para el comedor.

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora