Nueva vida

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Después de ocho largas y dolorosas horas de trabajo de parto, a las 3:40 am en un hospital de Madrid, Sara se encuentra en la camilla, dando el esfuerzo de su vida, mientras el doctor y las enfermeras la rodean. Se escuchan los gritos de intenso dolor y las aceleradas respiraciones. Puja una vez tras otra, hasta que, finalmente llegó lo que todos esperaban con ansias. El llanto del pequeño se escuchó en toda la habitación.

El doctor lo cargó con delicadeza y se dispuso a hacerlo respirar y limpiarlo, como era de costumbre en los hospitales para mantener sano al bebé.

—Felicidades, señora. Es un varón completamente sano.

Una vez terminados estos procedimientos, las enfermeras se lo mostraron a la madre y dejaron al pequeño junto a ella para que ambos descansaran.

 
Una de las enfermeras salió del quirófano y se encargó de llamar al padre del pequeño, quien con lágrimas en los ojos, se paró de su asiento inmediatamente y se dispuso a ir a conocer a su nuevo hijo. Una vez ahí, los doctores le dejaron cargar a su hijo por un rato. Se veía tan pequeño y adorable, con los cabellos color miel de su madre y sus ojos color verde olivo. Después de varios minutos, el hombre volvió a dejar al pequeño con su madre y este se dispuso a acurrucarse junto a ella.

Los latidos del corazón de la mujer, tranquilizaron al pequeño niño que lloraba y después de no mucho tiempo, lo hicieron caer dormido, a la vez que su madre, totalmente exhausta, reposaba junto a él, con una sonrisa enorme. Finalmente había logrado dar a luz a su pequeño hijo, su nuevo amor.

Los doctores se encargaron de llevar a la madre y su pequeño nuevo hijo a una habitación especial del hospital para que reposaran, cuidando no despertarles en ningún momento. Una vez en la habitación, cerraron la puerta y se retiraron de ahí.

Pasó aproximadamente una hora desde que habían llegado a la habitación. Madre e hijo dormían profundamente en la cama, cuando un fuerte sonido despertó al pequeño. Sonaba como si un montón de vidrios y piezas metálicas cayeran al suelo. Esto, hizo que el pequeño, saltara del susto. Extrañamente, su madre continuaba durmiendo. Parecía que su cansancio había llegado al punto de que nada, absolutamente nada le despertara.

Un segundo después de esto, la puerta de la habitación se abrió. Un chico de aproximadamente entre veinte y treinta años, de piel blanca, pecas, ojos grisáceos y un cabello como la obsidiana. entró en la habitación, tratando de no hacer ruido, hasta que se dio cuenta de que esto era inútil, pues el pequeño ya se encontraba despierto. Una sonrisa se formó en sus labios y se dispuso a sentarse junto a la cama, mientras extendía la mano hacia el pequeño. El bebé, pareció tenerle confianza de inmediato y puso su pequeña manita sobre el dedo del joven. Se veía feliz y el chico también. Ambos estuvieron así por un par de minutos y después, sin decir nada, el chico se levantó de la silla junto a la cama y se dispuso a salir de la habitación en silencio.

Por la mañana, la madre despertó y sonrió al ver a su niño, quien aún dormía como un ángel; parecía no poder creer aún que tenía junto a ella a su nuevo hijo. Poco tiempo después, llegó el padre del pequeño, quien se sentó en la cama y tomó a la mujer de la mano, mientras la miraba con una sonrisa enorme, la cual ella devolvía, con lágrimas en los ojos. Ahora por fin, después de la larga espera y aún sin creérselo, eran padres de un precioso varón.

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