47. ¿Dónde estás? (segunda parte)

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Alex


Ya había huido mucho. No importaba si era demasiado tarde, no podía rendirme sin antes haber luchado hasta el final.

—Alex, ¿Y si mejor esperas hasta después...? —preguntó Joto, pero yo ya avanzaba en dirección hacia ellos, mientras sentía que tanto la música como la luz se iban atenuando a medida que me acercaba. Anton intensificó su abrazo, pretendiendo no haberme visto, mientras que Solae, que me daba la espalda, aún no se enteraba de mi presencia. Lo miré con recelo, pero decidí que era con Solae con quien debía hablar.

—Solae... —la llamé cuando me encontré detrás de ella, pero mi voz apenas se elevó—. ¿Podemos hablar un momento? —insistí esta vez haciendo mi voz un poco más audible, consiguiendo que por fin dejaran de besarse. Solae más que sorprendida de verme ahí, me devolvió una expresión de profunda tristeza.

—¿Tú de nuevo? —me interpeló Anton—. ¿Es que no hablaste ya suficiente con mi novia, Alex? —dijo enfatizando ese "hablaste", con sarcasmo—. ¿O es que ahora buscas proponernos un trío?

Sabía que el objetivo de Anton era sacar lo peor de mí frente a todos. Pese a las ganas que tenía de responderle, ya fuese verbal o físicamente, respiré profundo y me concentré en Solae, que claramente no estaba feliz de verme.

¿Aún sabía quién era yo? ¿Aún me reconocía? ¿o Anton le había metido ideas en su cabeza para alejarla de mí?

—Solae, ¿Puedes acompañarme? Hay algo importante que no alcancé a decirte...

—Sea lo que sea, estoy seguro que puedes decírselo aquí frente a todos. —volvió a interrumpir Anton levantándose del asiento y ahora poniéndose frente a mí—. Te recuerdo que ella está conmigo, Alex. Y que entre nosotros no hay secretos. —Resoplé una risa, ante la ironía.

—No estoy hablando contigo. —le espeté y él vino hacia mí, con brusquedad.

—Pues qué lástima, porque soy el único de los dos que aún está dispuesto a escucharte.

Miré a Solae para comprobar si lo que Anton me decía era cierto, y ella retiró su mirada.

—¡¿Qué le hiciste?! —le grité, empujándolo, lo que por supuesto alertó a quienes nos rodeaban, congregando aún más gente. Lo que menos quería era más público, pero ya no pude evitar alterarme.

—Querrás decir ¿Qué le hiciste tú? —me respondió Anton sonriendo confiado.

Lo agarré de la inmaculada chaqueta blanca que traía puesta, no pudiendo contenerme por más tiempo, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Solae se interpuso entre nosotros.

—¡¡Ya para, Alex!! —clamó, furiosa. —¡Anton no me ha hecho nada! Por favor, ¡ya déjanos en paz! —añadió casi suplicante y yo retrocedí, atónito.

—Solae...

—¿Tanto te cuesta entender que yo quiera estar con Anton? —Su mirada lastimaba casi tanto como sus palabras—. Por favor, deja de buscarme.

—Solae, tú ya sabes lo que él te hizo. Lo que intenta hacer contigo. —Por precaución aún no quería revelar frente a Anton que ambos ya sabíamos todo, además aún tenía la remota esperanza de que Solae estuviera actuando—. Lo que sea que te haya dicho, fue solo para ponerte en mi contra. Él...

Solae me interrumpió, poniendo bruscamente delante de mí la pantalla de su celular. Con dificultad logré distinguir una imagen que mostraba dos siluetas en penumbras. No tardé en reconocer quienes eran: Trinidad y yo en la suite, hacía apenas unos minutos. Besándonos.

No podía creerlo. Mi cabeza comenzó a dar vueltas. ¿En qué momento tomó Trinidad esa foto? y ¿por qué la tenía Solae?

—¿Me vas a decir que esto también es culpa de Anton? —me recriminó, mientras que a través de su mirada de furia, se dejaba traslucir también su decepción.

—¡No... no es lo que parece! Te juro que es un malentendido. ¡Trinidad me tenía encerrado en la suite y me besó con la condición de dejarme salir a buscarte! —intenté explicarle con palabras atropelladas mientras me daba cuenta que ni yo mismo creería en una excusa así—. Sol, yo no siento nada por Trinidad, yo...

—¿Tú qué Alex? —preguntó furiosa—. ¿Me vas a decir que Trinidad te tendió una trampa para besarte por segunda vez? ¡Porque pareciera que ahora todos están conspirando en tu contra! —exclamó irónica.

Su actitud hacia mí me dolía tanto física como mentalmente. Era desgarradora.

—Solae, yo no soy el malo aquí. Es verdad que todo fue una trampa. Solo dices eso porque no me recuerdas, pero si te dieras cuenta que es Anton el que te está engañando, que es Anton el que...

—¡Te equivocas! —me interrumpió Solae, en seco—. Claro que me acuerdo de ti. —me dijo clavándome la mirada—. Ya lo recuerdo todo. Y es por eso mismo, porque ahora por fin te recuerdo, que ya no quiero saber nada más de ti, Alex Romandi.


 Y es por eso mismo, porque ahora por fin te recuerdo, que ya no quiero saber nada más de ti, Alex Romandi

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¿Les gustan los finales felices o tristes?

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