52. Reset (primera parte)

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Alex

            

No recuerdo cómo fue que llegué aquí.

No sé qué hora es, pero al menos sé que es de día y que estoy recostado sobre mi cama y con una jaqueca insoportable. Intento incorporarme y recordar qué pasó la noche anterior pero es inútil. Sin abrir los ojos, me llevo la mano a la sien y a tientas rebusco en el cajón de mi velador algo que sea capaz de quitarme el terrible dolor que siento.

Aún no estoy completamente despierto. Los ojos me pesan y me cuesta mantenerlos abiertos. La luz es demasiado intensa y la música proveniente de la habitación de Paula se convierte en una tortura infernal. Al no lograr encontrar un analgésico, me veo obligado a levantarme hasta el baño para ir por el botiquín.

Cuando regreso a mi cuarto, noto que mi celular está lleno de notificaciones. La mayoría son de redes sociales, de compañeros y amigos colgando selfies, fotos y videos de la fiesta de anoche. Las ignoro y continúo deslizando la pantalla para ver si hay algo importante, hasta que me encuentro un mensaje que no me causa ninguna gracia.

—"Juntémonos en Starfour, dentro de una hora".

Suspiro con fastidio. ¿Está hablando en serio? ¿Por qué demonios quiere Anton juntarse conmigo en un café justo hoy que no valgo una mierda? Apenas tengo ánimo de mantenerme con vida, mucho menos de vestirme y salir.

—"Hoy estoy muerto. Veámonos el lunes en el colegio.˝ —le respondo, volviendo a acomodarme dentro de la cama, pero al instante vuelvo a sentir mi celular vibrar y maldigo por lo bajo.

—"Tiene que ser hoy. Levanta el trasero, que es importante."

Pienso en ignorarlo y me escondo bajo la almohada esperando desaparecer, pero me doy cuenta que a pesar del cansancio que tengo, ya no lograré retomar el sueño. Maldigo a mi mejor amigo y a regañadientes me pongo en pie.

Luego de bañarme, tener la rutinaria discusión amor-odio con Paula y de desayunar algo rápido, me dirijo caminando al café que me había indicado Anton, lugar en el que solemos reunirnos debido a lo cercano que queda a nuestras casas y a que no es abusivamente costoso.

Apenas entro, lo veo sentado revisando su celular, junto a un café negro a medio tomar y unas galletas.

—¿Por qué tardaste tanto? —me pregunta comprobando la hora en su móvil.

—Agradece siquiera que vine. —reclamo, sentándome frente a él. Aunque siempre soy puntual para todo, hoy nadie tiene derecho de exigirme nada. —¿Qué es eso tan importante que necesitas decirme, que no podía esperar hasta el lunes?

Anton me alcanza el menú y me señala que escoja algo, que él invita. Elevo una ceja con incredulidad y Anton me mira de vuelta, asegurándome que la oferta es real. Siendo así, me acomodo mejor en mi asiento y comienzo a inspeccionar la carta. Todo indica que nuestro encuentro va para largo.

Escojo un café latte con un pedazo de torta de nuez, algo que no suelo pedir con mi presupuesto normal, y Anton no protesta. Mínimo que me invite a algo bueno si me ha obligado a levantarme un día domingo, en este estado.

—¿Y me vas a decir para qué vine? ¿O solo es una excusa para tener una cita conmigo?

—No seas tan impaciente, Alex. —me dice impasible dándole un sorbo a su café.

Anton no parece interesado en continuar la conversación y yo no estoy de ánimos para seguirle la corriente y suplicar, así que solo desvío la mirada hacia la ventana.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora