52. Reset (segunda parte)

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Alex (continuación)


Una vez a solas, quedamos sumidos en un silencio bastante incómodo. Solae comienza a jugar con la pajilla de su batido y yo muevo de un lugar a otro el pedazo de torta que aún queda sobre mi plato. Levanto mi mirada hacia ella y me doy cuenta que sus ojos están atentos a mi pastel.

—¿Quieres probarlo? —la invito para, de alguna forma, romper el hielo.

—Bueno, si insistes. —responde dedicándome una sonrisa espontánea, y me doy cuenta que robarme había sido su intención desde el principio. Una buena jugada.

Cuando comienzo a acercarle el tenedor con torta, torpemente lo dejo caer antes de que alcance a llegar a su boca.

—¡Oh, no! —me disculpo e instintivamente uso la servilleta de Anton, que aún sostenía en mi mano, para limpiar el desastre, cuando de pronto noto que algo sobresale de entre el papel. Solae que también se da cuenta, se me adelanta y sin siquiera pedirme permiso, comienza a tirar de la brillante cadena metálica que se asoma.

—¡¿Anton te regaló un collar?! —exclama casi gritando entre risas, y yo solo deseo que baje el volumen de su voz, ya que todos comienzan a mirarnos. Quiero que me lo pase para ver de qué se trata y saber por qué Anton me había dejado algo así. Mientras intento quitárselo y ella juega a esquivarme, siento una sensación extremadamente familiar. Su risa, su actitud, algo me evocan, pero no estoy seguro de qué es.

—Vale, toma tu regalito. —me dice alcanzándomelo por fin, abriendo su mano para poder ver ella también mejor el colgante. Ambos quedamos boquiabiertos al descubrir un pequeño y tierno pulpito con cuerno, hecho de plata.

—¿Esto es...?

—No es posible...

—¡Es el pulpicornio de plata que me regalaste! —grita Solae, apuntándolo con seguridad repentina. Yo también me doy cuenta, cuando de pronto comienzo a evocar el momento.

La veo a ella. A Solae frente a mí en la oscuridad, en el parque frente a su casa. Iluminada por una luz tenue que la hace lucir... preciosa. Luego su expresión de felicidad al ver mi regalo, una timidez repentina, y luego su abrazo efusivo que me corta el aliento. El collar. Luego recuerdo el momento en que lo compré para pedirle disculpas por olvidar su cumpleaños, la ilusión que me hacía imaginarla usándolo, que me perdonara, y luego vuelvo a la realidad.

Solae permanece sentada frente a mí, sonrojada mientras observa el collar, como si también acabara de recordar exactamente lo mismo que yo. De pronto nuestras miradas conectan y nos hacemos un lío. Repentinamente no logro recordar por qué estamos aquí. Y nos mantenemos en silencio. Y luego más recuerdos. Una avalancha de ellos, todos junto a Solae, la que también parece estar siendo bombardeada por flashbacks, y no logro comprender qué es lo que está ocurriendo: los recreos en que nos juntamos a estudiar, la vez que me invitó a ver nuestra serie favorita en su casa y confundí un trozo de papa con un lunar en su boca, y cuando se lo removí con mi pulgar, pero luego fuimos interrumpidos por su hermana Tam. Cuando nos juntamos en mi casa y nos atrevimos a probar alcohol y nos pusimos a bailar... las imágenes eran cada vez más nítidas y llenas de sensaciones; y luego también estaba el día de ayer: la fiesta, el juego de la botella y...

¡No puedo creerlo! ¿Qué había estado pasando con mi cabeza? ¡¿Cómo es que había olvidado algo así?!

Ambos nos miramos ruborizados e inmediatamente evitamos prolongar el contacto visual, por lo que agradecemos la oportuna interrupción del camarero que nos consulta si necesitamos algo más.

—Eh... Otra torta de nuez. Para compartir. —sugiero mirando a Solae, quien, aún roja, asiente en silencio.

—Y otro café con leche. —añade ella en voz baja, luego de comprobar que el mío se había acabado.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora