2. La proposición

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Jueves, 23 de febrero del 2012

—Vamos, amor. 

         Levanté mi mirada de la revista y la centré en Nathan, quien extendía su mano hacia mí para ayudarme a levantar. Rodé los ojos y la tomé. Desde que se había enterado de mi embarazo, no me dejaba hacer nada sola. Exageraba, claro. Y yo me había acostumbrado tanto a ello que no me sorprendería que respirara por mí.

— ¡Rachel! Qué gusto verte por aquí de nuevo. —El doctor Patrick, un rubio de ojos marrones sacado de una pasarela, se levantó de su silla para abrazarme—. Imagino que Madison tendrá un hermanito, ¿no?

—Así es. —Nathan entrelazó sus dedos con los míos.

—Supongo —añadí con una sonrisa, los celos flotando en el aire.

—Bueno, ¿cómo está tu amigo, el de pelo arcoíris? —preguntó, refiriéndose a Gary.

—Genial, te manda saludos. —Tomé la bata que me ofrecía y fui hacia el baño, dejándolo junto con Nathan.

         Al salir sentía el aire entrar por todas partes. De verdad no entendía la razón por la cual la espalda  y el trasero quedaban fuera. De todos modos, solo tendrían que apartar el trapito y me verían hasta el alma. Una vez más, le pregunté aquello al doc mientras Nathan intentaba taparme con su cuerpo.

— ¿No te sientes fresca? —Señaló la camilla y me senté.

—No.

—Bueno, no siempre todos quedamos conformes y alegres. Y créeme, con la vista que me ofrecen soy muy feliz. —Le hizo un gesto a Nathan para que se sentara en un taburete junto a mí, lo cual hizo gruñendo—. Ahora, díganme, ¿Quién es el papá?

—Culpable. —le dijo Nathan, entrecerrando los ojos en su dirección mientras acariciaba mi hombro.

—Oh —susurró—. ¿La pequeña Maddie tendrá un hermanastro?

—Hermano —corregimos ambos.

—Así que el poli no era el padre…—Carraspeó—. Supongo que esta vez nadie me preguntará nada de pestañas.

— ¿Pestañas? —La voz de Nathan estaba teñida de incredulidad, diversión y dolor, una rara mezcla. Le sonreí esperando que se sintiera mejor y se relajó.

—Sí, sí. —Patrick no apartó su vista del sujeta papeles—. Toma, en la recepción hay un bolígrafo.

         Nathan dudó unos segundos para tomar el formulario de sus manos sin enguantar, y me dedicó una mirada anhelante antes de salir.

—Dios. —El doctor se acercó a mí—. Cuanta tensión desprende ese sujeto, ¿estás segura de querer criar a tus niños con él?

         Reí y me acosté mientras me hacia un examen de rutina.

—Madison lo ama. —No pude evitar sonreír como una boba al recordarlos esta mañana, jugando con Frodo en la sala de la casa de Nathan, donde ahora vivíamos tras la decisión de Gary de irse a vivir con Eduardo y la negativa de Nathan de dejarme a solas con la ley, mucho menos teniendo a su bebé dentro. Otra vez—. Es buen padre, y muy cariñoso, y…

— ¿Tú lo amas?

—Claro.

         Puso los ojos en blanco.

—No cómo amas a un perro, o a un gato. O a tu familia, o a un nuevo auto. ¿Lo amas cómo para pasar toda tu vida con él? —Bajó la mirada hasta mi vientre y me sentí expuesta, aunque fuera un medico prácticamente insensibilizado al cuerpo de sus pacientes—. ¿Para darle más y más bebés hasta que su instinto paternal esté saciado?

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