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La curiosidad nunca fue la solución, porque al final siempre a alguien mató...

Tragué en seco, con la sensación de sus labios aún marcados en mi mejilla como una huella digital. Las luces del corredor me dieron directamente en el rostro cuando me pasé las manos por las piernas, queriendo desatarme del calor que aún subía incluso por mis mejillas. Sin embargo, parecía una tarea imposible.

Estaba hirviendo.

–Dime, Vega...

Su voz resonó como un eco en mi mente, las vibraciones recorriéndome de pies a cabeza como lo hicieron sus dedos. Sacudí la cabeza, raspando uno de mis brazos con la roca fina antes de llegar al elevador.

– ¿Por qué te cuesta aceptar esas tinieblas, ah?

Cerré los ojos de inmediato.

Aún podía recordar, sentir... cómo su mano se posó en mi muslo, los dedos girando en un compás rítmico por mi piel, una canción que solo él conocía con tal de seducir incluso al más frío. El calor de sus pantalones contra mi vestido, la perfecta armonía entre nuestros cuerpos enloquecidos, esperando más, queriendo más.

Tauren me había observado por unos segundos, nuestros labios a escasos centímetros, mi boca abierta, a la expectativa de sentirlo, de saborearlo aunque pareciera una completa locura.

–No se puede confiar en nadie, chico mágico.

Su risita aún marcaba mi pulso. Enloqueciendo. Dominando.

–No necesitas confiar en nadie, solo en ti misma.

Arrastré mis dedos

Posé ambas manos sobre sus hombros, deteniéndolo. Sin embargo, fue peor. Podía sentir los músculos bajo esa camisa, pero había algo... en su piel. Tauren se sacudió enseguida y mordió mi labio, llamando mi atención hacia otros puntos de su cuerpo.

–Eso no me ayudará. –Inspiré hondo, el sudor recorriéndome la espina dorsal–. ¿Por qué me presionas tanto para admitirlo? ¿Qué esperas?

Sus labios se pasearon por mi cuello, la húmedad de su lengua dejó un camino por toda mi yugular. Y estuve a punto de seguirle el juego, de dejarme perder por el placer de tenerlo entre mis piernas, de mover las caderas lo suficiente como para terminar de romper todas las reglas de tinieblas, sin embargo, justo cuando escuché su gemido, lo detuve.

Tomé a Tauren del cuello, obligándome a mirarlo.

– ¿Por qué no respondes?

Tauren ladeó el rostro, el cabello platino cayéndole sobre los ojos.

–No va a gustarte mi respuesta, Vega.

Mierda.

Abrí los ojos enseguida, regresando al presente y casi masturbándome a mitad del pasillo. La noche había caído sobre la Escuela, las sombras bajando como un búho en silencio, y con ello las horas pasaron mientras vagaba por el ala antigua del castillo. Inspiré hondo, intentando mantener calma mi respiración, aunque mi corazón estuviera enloquecido, y mi centro tan mojado como si Tauren siguiera frente a mí.

Qué puedo decir, siempre tuve buena imaginación pero...

Mis manos recorrieron desde mi cuello hasta mis piernas, jugando con mi vestido hasta encontrar mis bragas. Un toque, dos, ya había cerrado los ojos, imaginando que mis dedos eran los suyos, la mordida en mis labios, era la suya, y las manos que me querían tocar por todas partes, le pertenecían solo a él al igual que mi deseo.

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora