EL PISITO PLAYBOY

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Hoy, más que incómodo, estoy... alerta. Así es, ¡alerta! Me encuentro con la señora Rodríguez, encerrado en el ascensor, y aunque esta es una mujer de lo más egoísta, a la que le importa poco, muy poco, cómo están los demás, también sé que es muy cotilla.

Es la persona más aficionada a husmear en los asuntos ajenos que conozco. Podría considerarse la espía del edificio. Imagino su casa llena de fotografías pegadas a un corcho, enlazadas entre sí con un hilo de coser rojo, y miles de apuntes sobre los vecinos.

Y no creáis que ella es una especie en extinción, no. Todos conocemos a alguien así. Juraría que hay una persona de este tipo por edificio. Es como si procediesen de un centro de formación para espías y se hubiesen dispersado para reunir datos acerca de la población.

Creo que estoy desvariando otra vez. Pero, en serio, debajo de ese aspecto de vulnerable anciana, se encuentra una despiadada máquina diseñada para sacar información. Cuando se lo propone, es toda una Mata Hari.

—Bueno, ¿qué me cuentas? ¿Alguna novedad en tu vida de joven con las hormonas descontroladas?

Como me temía, hoy tiene uno de esos días en los que parece trabajar para el FBI.

—Porque menudos gemidos tengo que aguantar por las noches... —se queja.

Los gemidos son de Maria y sus ligues. Entiendo que a ciertas horas sus orgasmos puedan molestar a la comunidad. Pero ¿a quién le puede parecer normal preguntar algo así? En serio. ¿Qué espera que responda? Menos mal que acabamos de llegar a la segunda planta, el ascensor se ha parado y su atención se ha desviado hacia las puertas... ¡Espera! ¿Se ha parado en la segunda planta? Ay, tiene que ser ella. ¡Seguro!

—Buenas noches —recibe la señora Rodríguez a la chica del ascensor.

Ella levanta la cabeza en forma de saludo y cuando su mirada se cruza con la mía, comenta:

—Tú...

Su voz suena más simpática. Creo.

Antes de que pulse el botón de la octava planta, lo hago yo por ella. Me lo agradece con una sonrisita y, para no perder la costumbre, me da la espalda.

Como los días anteriores, también lleva una sudadera grande, el maletín y... ¿el libro? No está. Supongo que se lo acabaría para poder ver después la película. Mejor. Así podremos hablar del principio al fin de la historia sin miedo a los spoilers.

—Resulta que ayer... —me lanzo, ansioso por sacar el tema—: ¡vi El diario de Bridget Jones!

—Pues muy bien por ti —me contesta la señora Rodríguez.

Reparo en la chica. Sigue de espaldas. No se ha movido ni un ápice. Parece una escultura.

—La verdad es que me encantó —insisto. Segundo intento. Segundo fracaso—. ¡Me encantó El diario de Bridget Jones!

—¡Que sí! ¿Pero a mí qué diantres me importa? —comenta la vecina de los mocasines brillantes.

—Eh... Podría interesarte. —Improviso torpemente—: ¿Tú también ves la tele, no?

—¿La tele? Claro que la veo. Lo que no consigo es escucharla, por culpa de vuestros lujuriosos gritos.

Ahora sí que sí, la chica se ha girado. La señora Rodríguez acaba de batir un récord: ha logrado llamar su atención en tan solo unos segundos. Por cómo me mira, diría que espera intrigada mi respuesta. Pero no sé cómo salir de esta.

—Oh... Eh... Ay...

—¡Esos son! ¡Esos son los gemidos que escucho! —afirma mi vecina cascarrabias.

—¡Pues son de Maria! —delato a mi compañera.

La chica alza las cejas. Creo que se me ha malinterpretado, por lo que dejo claro:

—¡No! Pero Maria no es mi novia, ¿eh?

—Ya, ya... —La señora Rodríguez asiente—. Ya sé que hoy en día os acostáis todos con todos. No hace falta ser novios.

La chica alza aún más las cejas, va a quedarse sin frente. Debe de estar imaginando que mi piso es la Mansión Playboy. ¡El pisito Playboy!

—¿Cómo...? —Quiero disipar las dudas que pueda haber—. ¡Yo no hago ese tipo de cosas! Soy más —no sé cómo decirlo—... ¿formal?

—¿Formal? Has leído el diario privado de una tal Briti Bon —me reprocha.

—¿Hablas de El diario de Bridget Jones?

—¡Sí! Briggaeton, Digimons, Brijet Bond...

Vaya lío tiene. Ha convertido el nombre de una joven británica en un derivado del reggaeton, en una mascota virtual con poderes y en la hermana de James Bond.

—¡Como se diga! Los diarios ajenos no se cotillean.

Y que me hable ella de cotillear....

—Pero ¡es una película! No te estás enterando.

—¿Insinúas que chocheo?

—¡Claro que no! Solo digo que...

Antes de que pueda decir nada más, el ascensor se detiene, las puertas se abren y la chica escapa. Ha vuelto a salir corriendo, como el primer día. No la juzgo. Yo también lo hubiese hecho. Lo peor es que se ha marchado creyendo que me acuesto con mi amiga rubia...

—¡Mierda! ¡Se ha ido corriendo!

—Claro, jovenzuelo. Le daría miedo que le robases su diario.



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Pobre Andrés... Jajaja

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69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora