Enamorada de un hombre casado

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—¿Por qué cojones te está llamando tu vecino?—pregunta Daniel aún más enfadado.

—Yo...No sé—estoy temblando por el miedo.

—Responde y activa el altavoz.

Hago lo que me dice.

—Ho-o-la—tartamudeo.

—¡Lara!—grita mi nombre—¿Estás bien? ¿Todo bien por ahí?

Daniel me hace una señal para que diga que sí.

Tengo la enorme tentación de decirle que no, pero sé que Daniel me pegará y Vera también.

No amor, nada está bien. Ayúdame.

—Sí, claro. ¿Por qué?

—No me mientas, te he escuchado gritar, Lara. Y no me digas que es la tele.

—Dile que todo está bien—susurra Daniel.

—Todo está bien, de verdad. Gracias.

—Cuelga—susurra Daniel.

—Voy a colgar, hasta luego.

—¡Espera!—grita él—necesito que vengas quince minutos a cuidar de Tayra, tengo que salir, por favor.

Daniel niega con la cabeza.

—Yo...no puedo. Estoy ocupada.

—Lara, si no vienes en dos minutos voy yo a buscarte.

Y sin decir nada más, cuelga.

—¡Maldita sea!—maldice Daniel—maldito sea el Nadir ese. ¡Vete! Por esta vez te has salvado.

Mi corazón salta de alegría.

Gracias, Nadir.