Capítulo 52: Todas vosotras

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Me retuerzo dolorida sobre una superfície dura, sin todavía abrir los ojos, temiendo lo que pueda llegar a ver. Me llevo la mano a la cabeza acompañando la acción con un quejido y, poco a poco, empiezo a abrir los ojos, intentando incorporarme. Cuando consigo sentarme con mi espalda pegada a la fría pared soy capaz de ver dónde me encuentro, sigo en el furgón. Me levanto lentamente observando las cuatro láminas de metal que me separan del desconocido exterior. Podrían haberme dejado abandonada a mi suerte o bien, estaban esperando a que yo reaccionase y saliese por mí misma. No sé que hacer.

Avanzo hacia la parte trasera del furgón, debatiendo durante el recorrido si intentar abrir la puerta o simplemente permanecer en el interior, sentada en una esquina. Volteo sobre mi misma, centrando mi atención en una pequeña ventanilla que, a duras penas, me permite ver la cabina del conductor. Al llegar a esta asomo la cabeza y alcanzo a ver al piloto, con su mirada fija al frente y su respiración ligeramente agitada. En los asientos de los acompañantes se encuentran cinco cuerpos apilados, completamente pálidos, indicando la ausencia de vida. ¿Será él el causante de ello?

Empieza a voltear y antes de que alcance a verme me he alejado de la ventana para no ser vista, sin llegar a reconocerle yo tampoco a él. Después de eso escucho como su puerta se abre y, seguidamente, retumba al cerrarse. Me centro en el sonido de sus pasos para determinar si se está alejando, cuando consigo concentrarme lo suficiente como para poder localizarle sé que sigue cerca, más de lo que me hubiese gustado.

— Buen trabajo - escucho una voz familiar proveniente del exterior. 

Las capas de tela de mi atuendo no son capaces de atenuar la intensa luz que emite mi colgante cosa que acaba de rematar la situación. No me dejaron a mi suerte, me dejaron con un fin y es de ese peligro del que me advierte el medallón. Mi corazón empieza a latir con fuerza, anticipándose a lo que pueda suceder una vez se abra la puerta. 

¿Cómo puede ser un colgante de protección si no hace más que brillar? Sería capaz de delatarme incluso adentrándome en el epicentro del sol porque, puedo jurar, que no hay luz más intensa que ésta. ¿Cómo podía seguir creyendo que esto iba a protegerme si me van a sacrificar por ello? Sin detenerme a pensarlo un instante lo quito bruscamente de mi cuello y lo hato alrededor de mi cintura creyendo así poder disimular el resplandor y pasarlo por desapercibido.

No puedo deshacerme de él.

Cuando escucho el tintineo de unas llaves que logran sacarme del trance mental, me llevo la mano justo al lugar en el que había ocultado la daga, por si en el más extremo de los casos sea necesario utilizarla. Mi plan A por el momento es no actuar, a no ser que sea estrictamente necesario, hasta que haya podido ordenar el gran rompecabezas mental que poseo.

Ésta se abre bruscamente pero no me sobresalto, estaba preparada. La luminosidad de un par de linternas contacta de manera directa con mis ojos alta mente sensibles debido a la oscuridad en la que he permanecido. No necesito adaptarme al cambio de luz para reconocerle por la silueta de su cuerpo.

— Hoy habrá cena familiar - dice irónicamente, con una amplia sonrisa en su rostro. - Pero lo mejor sin duda será una vez se ponga el sol y se alce la luna.

Con un gesto indica a sus hombres que me saquen por lo que entran y, sin cuidado alguno, me extraen de la parte posterior del vehículo para exponerme al frío del exterior. Me obligan a caminar, siguiendo a Alexander y siendo escoltada por ellos. Mi mirada se encuentra fija en su ancha espalda y, con el estómago revuelto, recuerdo como durante mi infancia me hacia sentir segura recostar mi cabeza sobre ésta para escuchar sus latidos, hasta caer en el más profundo de los sueños. Me repugna mantener recuerdos totalmente incompatibles en cuanto a él. La mira al pasado no es agradable cuando ves que en el presente todo se desmorona. 

Dark Side |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora