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Me quiere, no me quiere

Me muero, no me muero

Lo sigo, no lo sigo


—¿Vas a hablarme algún día?

Como llevaba haciendo desde que nos habíamos levantado, Nolan ignoró mi pregunta.

Estábamos en la cocina de la casa grande. Eleanor ya se había ido a trabajar. La electricidad había regresado un par de horas atrás y Nolan se había puesto el delantal dispuesto a preparar una "comida especial". Ahora estaba concentrado en voltear un filete mientras me daba la espalda.

A decir verdad, olía delicioso porque Nolan era muy bueno en la cocina, pero yo estaba súper frustrada porque no me quería dirigir la palabra.

Suspiré con molestia.

—Nolan... —pronuncié como súplica.

Continuó cocinando en silencio.

—Nolancito —volví a intentar.

Nada.

Pero no me rendí.

—Nooolan —canturreé—. Nolaaaan. Nolan Cox. Nolancín. ¡Nolan Roberto!

Se dio vuelta de manera súbita y me echó una mirada asesina como la de una furiosa serpiente venenosa.

—No pronuncies mi segundo nombre —me advirtió con lentitud.

Giré los ojos.

—¿De verdad vas a estar enojado conmigo por lo del beso?

Nolan soltó mucho aire por la nariz y trató de reunir paciencia ante mi actitud insistente. Luego avanzó y colocó las manos sobre la isla de la cocina para mirarme de frente. Entornó los ojos de un verde y miel exótico. Su expresión fue tan seria que entendí que no diría nada a juego, sino con bastante gravedad.

—No es por el beso en sí —aclaró con detenimiento—. Es por las consecuencias de ese beso.

No, no era solo por eso. Con Nolan Roberto Cox nunca era como lo decía a la primera. Lo conocía mejor que a mí misma, así que entrecerré los ojos y le insistí con la mirada hasta que suspiró y sacudió la cabeza.

—Bueno, en realidad es por todo —confesó, derrotado—. Primero porque creo que implicar sentimientos en esto solo va a empeorar las cosas.

Hundí las cejas y puse cara de: ¿qué demonios...?

—Pero si tú no parabas de mencionarme que me gustaba, que lo tocara, que me acercara a él... —le recordé, desconcertada.

Nolan asintió con lentitud como si entendiera su error.

—Es que la verdad no creí que tuvieras las nalgas para besuquearlo —admitió.

El colmo.

—¡Él me lo pidió! —exclamé por enésima vez.

Nolan rebatió de la misma forma por enésima vez también:

—¡Porque te vio besando a Dan y creyó que es lo más normal del mundo!

Bueno, eso era cierto. Antes de verme besar a Dan, Ax no había sentido demasiada curiosidad por eso de los besos. No había querido experimentarlo. A mí me habría gustado decir que en realidad había sentido ganas de besarme porque yo le gustaba, pero Nolan tenía razón al decir que mi acto había influenciado en la petición. Y eso era un tanto triste.

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora