Rosas.

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Se sintió ansioso, inquieto por lo que sea qué fuera a pasar. Steve estaría en su puerta en menos de lo que imaginaba, qué debería decir, hacer o pensar. Caminó de un lado a otro en la sala de su departamento, se metió en su cuarto, volvió a la cocina por quinta vez y hasta entró al cuarto de baño con la esperanza de perder su ansiedad allí.

Tony sabía que tendría mucho de qué hablar con Steve, tendrían que resolver problemas, tendrían que volver a verse y eso le erizaba la piel, aunque lo había visto hacia unas horas era diferente. Volver a tenerlo en su departamento, rodeado de todo él, atrayéndolo nuevamente a su mundo. No estaba listo para eso, ¿Qué tal si esa era la última vez de él allí? Y ¿Si solo venia por un adiós? No lo soportaría, ahora no quería verlo, no lo quería allí, quizá podría llamarlo y decirle que mejor se vieran en un café, un bar, el parque, cualquier lugar, pero alejado de su pequeño mundo. No estaba listo para terminar algo que nunca tuvieron tiempo de comenzar. Tomó su teléfono, tembloroso buscando el número del rubio y no pudo hacer mucho más, su puerta estaba sonando, el sonido hueco de la madera le taladraba los tímpanos. Abrir o no, no podía fingir que no estaba, tampoco podía rechazarlo, no quería hacerlo. Despacio, así como si un asesino se ocultara en el pasillo que daba a su departamento, se aproximó y abrió de un tirón, si iba a pasar algo prefería que fuera rápido e indoloro.

–Ho...–No le dio el tiempo suficiente para terminar una palabra tan corta como hola. Steve lo había tomado de las mejillas, lo había arrastrado al interior de su departamento y estaba devorándole los labios. En algún momento oyó la puerta cerrarse con fuerza, quizá lo hizo Rogers o él y no lo recuerda, solo sabe que terminaron contra la pared de su habitación. –¿Qué se supone que estamos haciendo, Steve? –Logró preguntar cuando por fin fue liberado.

–Quise venir a resolver las cosas.

–¿Devorándome?

–¿Qué otra manera existe? –Volvió a besarlo, esta vez con más calma, nadie los perseguía y el tiempo les sobraba, ¿Por qué ir tan rápido?

El mayor lo encerró entre su cuerpo y la pared, posicionó una de sus piernas entre ambas contrarias de manera que el castaño no pudiera moverse. Ya había olvidado a que sabía Tony, tres meses sin él habían sido peor que una tortura, había olvidado lo bien que olía su cabello o como sus gafas se resbalaban sobre el puente de su nariz cada vez que se besaban. Creía que lo había olvidado, más bien se había obligado a olvidar, pero en cuanto lo vio y sintió todo aquello, cada detalle volvió a sus recuerdos.

–Te extrañé demasiado. –Lo escuchó decir cuando metió sus manos bajo su playera, la sacó sin reparar en que también sus gafas caerían, ya se ocuparían de eso luego. –Extrañé desde tu nariz, hasta tus pies descalzos sobre la alfombra. –Mencionó bajando lentamente por su cuello hasta dar con la piel desnuda de su pecho.

–También te extrañé, Steve. –Enredó sus brazos alrededor del cuello contrario, sintiendo el paso que la boca de Rogers realizaba sobre su pecho.

Mordió y besó cada rincón, como si quisiera borrar marcas inexistentes, quería que quién se atreviera a tocarlo viera que alguien ya había estado allí, ya lo había hecho y deshecho a su gusto tantas veces como quiso.

Lo levantó sin demasiado esfuerzo y lo acomodó contra el mueble más bajo de la habitación, se colocó entre sus piernas e intentó acortar lo más posible la distancia. Tony no perdió el tiempo y entre tanto juego de besos, quitó cada botón de la camisa ajena y deslizó sus manos por el contorno del vientre de Steve. Las manos de Stark eran lo más frío que alguna vez sintió, pero por alguna razón también le quemaban.

–Te traías bien escondida esta tabla de lavar. –Rio bajito sintiendo el abdomen contrario, marcado y firme, al igual que sus brazos. Sabía que Steve ejercitaba los fines de semana, pero ¡Vamos! Nunca creyó que llegaría a tal punto.

Libro de flores. [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora