El detective foráneo, parte II

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Había sucedido un suceso particular, algo que nadie se habría imaginado que sucedería ni en un millón de años. El "lugar más seguro de Castelia", el Banco de la Moneda, fue asaltado a primeras horas de la mañana. El ladrón sustrajo una fuerte suma de dinero de la bóveda central, utilizando encantamientos para lograrlo.
- Esto es imposible, jefe. ¿Cómo me dice que el Banco de la Moneda fue asaltado? Es ahí donde la Corona de Castelia guarda los recursos monetarios del país- chillaba el rey Rosmerto.
- Majestad, nadie lo sabe- alegaba el jefe.
- ¿Cómo que nadie? Pues espero que mande a su mejor agente para recuperar el dinero. Solo conozco a alguien quien podría robar el dinero, y ese hombre murió hace años- demandaba el rey.
- Supongo estará usted seguro de la muerte del sujeto. Puesto que si el ladrón no aparece seremos juzgados de ser unos incompetentes.
- Tiene que encontrarlo. No me importa cómo. Busque debajo de las piedras si tiene que, hállelo.
- Señor, lamento recordarle su último decreto dirigido a la policía casteliana. Debemos mandar a un agente recién incorporado a buscar al siguiente sospechoso de un delito.
- Yo nunca decretaría algo de semejante naturaleza.
- Aquí está escrito así.
El jefe le alcanzó una hoja al rey donde justificaba sus palabras. El rey lo contempló enfadado y le dijo:
- Envíe al mejor agente recién incorporado entonces. Vaya. Le daré doce días para encontrarlo. Caso contrario, lo despediré.
- Sí, su Majestad- contestó el jefe.
El ladrón dejó tras de sí una nota con el título de: "Atrápame si puedes, Ross", y debajo dejó entender que su seudónimo para cometer sus fechorías era: el Maligno.
El jefe llamó a Javier, puesto que Javier había sido el último agente en incorporarse a la policía, y por lo tanto, debía de ir a rastrear al Maligno. Le informó de la situación y este lo escuchó desesperado por iniciar la búsqueda. El jefe llevó a Javier hasta el banco asaltado y de ahí al acuario, ubicado al lado del banco. Lo condujo a un tanque donde una simpática ballena beluga nadaba.
- Marina. Buen día- habló el jefe a la ballena.
Uno hubiese creído en la locura del hombre, e inclusive en la de uno mismo al oír la devolución del saludo.
- Buenos días jefe. ¿Qué lo trae por aquí?- saludó Marina.
El rostro impávido de Javier pudo provocar la demencia absoluta.
- Ella...puede...hablar- murmuró el detective.
- Relájate De la Rosa. Tu escepticismo en esta materia es despreciable- argumentó el jefe-. Marina, ¿viste al ladrón del banco?
- Claro jefe. Huyó en dirección a la Carretera Transcontinental. Llevaba ropa elegante. Era, alto. Casi de su altura. Tez clara. Tenía el cabello largo y...
Marina expresó una mueca de desagrado.
- Ya. Traje al muchacho aquí presente para que lo ayudes a atrapar al ladrón.
- ¿Cómo dijo que se llamaba el vil pillo?- interrogó Marina.
- El Maligno. Él- refiriéndose al detective- es Javier de la Rosa.
- Hola- saludó Javier.
- ¿Qué tal?- dijo Marina.

- Javier, recibimos reportes acerca de que el Maligno ya no está aquí, sino, en los Estados Mágicos Unidos. Tu deber será, junto con Marina, rastrear al Maligno, encontrarlo, y traerlo aquí en doce días. En cuanto lo captures, llama al DPC para empezar con los papeles de repatriación- anunció el jefe-. Por ahora, vuelve a tu casa, prepara tus maletas, y alístate para buscar al truhán. Esta noche viajarás junto a Marina a los Estados Mágicos Unidos a encontrar al Maligno. Suerte, y no olvides que tienes doce días desde mañana para cumplir con tu misión. El reino entero confía en ti De la Rosa.

- Gracias jefe. Juro que no lo defraudaré- chilló Javier, y saltó de alegría.

- Vete antes de que cambie de parecer- murmuró el jefe.

- Sí, señor- sonrió el detective.

Al regresar a su hogar, Javier les comunicó a sus padres la buena nueva. Ellos, algo deprimidos, esbozaron una suave sonrisa, lo abrazaron y bendijeron, deseándole suerte y sus mejores deseos. 

Esa noche, Javier realizaría el viaje que le cambiaría la vida. 

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