Capítulo 31. El Monstruo

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 31.
El Monstruo

Aquella tarde, la Dra. Matilda Honey se sentó en una pequeña cafetería de Chamberlain, que se ubicaba sólo a un par de cuadras de la preparatoria local. Era un poco más del mediodía, pero a pesar de la cercanía a la escuela y de la hora, no le pareció ver entrar a ningún estudiante en el rato que estuvo esperando. El sitio parecía más frecuentado por personas adultas, trabajadores que iban ahí a su hora del almuerzo, y gente mayor que se reunía a tomar un café con viejos amigos. Supuso que en ese pueblo tan pequeño, los jóvenes de seguro no contaban con muchos lugares para reunirse, y evidentemente ese no era uno de ellos. Era mejor así; no era que le agradara mucho la idea de que algún conocido de Carrie White las viera juntas y le fuera a contar al respecto a su madre. Los jóvenes eran más propensos a abrir la boca sin pensarlo. En el caso de los adultos, si alguno de los ahí presentes la reconocía... esperaba que todo lo que había oído sobre la opinión que tenía la gente sobre Margaret White, fuera cierto y nadie sintiera la necesidad de ir y contarle algo al respecto.

Había muchas cosas incorrectas en lo que estaba haciendo, por no llamarlas falta de profesionalismo. Estaba por reunirse con una menor de edad sin el consentimiento de su madre, y eso por sí solo era suficiente para que no pudiera tratarla como una paciente. Pero, esperaba poder hacerlo como una amiga.

Había pasado un poco más de una semana desde su primera visita a ese pueblo. Desde entonces, sólo se había podido comunicar de vez en cuando con Carrie por medio del celular que le había dado, pero la comunicación no lograba ser tan constante; lo más seguro era que la joven sólo podía responder a escondidas de su madre y profesores. El día anterior, Matilda había sentido que en los mensajes de la chica que había algo diferente, algo que quizás la incomodaba o molestaba, pero no le decía directamente. La doctora sugirió verse en persona para platicar, y aunque Carrie pareció un poco renuente al inicio, al final aceptó. De hecho, en ese mismo momento pareció mucho más emocionada con la idea, como si todo su humor hubiera dado un giro completo.

Matilda había terminado de comer mientras aguardaba, y tras otros quince minutos más de espera, se atrevió a pedirle un postre a la mesera. Carrie entró por la puerta principal dos minutos después de eso, con sus cabellos rubios y enredados cayendo sobre su rostro, y sus libros aferrados contra su torso de manera aprensiva. Se quedó en la entrada, recorriendo el local con sus ojos tímidos. Matilda agitó una mano en el aire para que la viera, y al hacerlo sus labios rosados dibujaron una pequeña sonrisa. La joven se aproximó cautelosa a su mesa.

—Hola, lamento haberla hecho esperar —se disculpó apenada, estando ya de pie a lado de ella.

—Descuida —le respondió Matilda, y de inmediato extendió su mano hacia el asiento delante de ella para invitarla a sentarse, invitación que ella aceptó de inmediato—. ¿Cómo te fue en la escuela?

—Bien... igual que siempre, supongo —respondió encogiéndose de hombros—. Mi madre llegará un poco más tarde. Creo que tenemos un par de horas antes de que tenga que irme.

—Creo que será suficiente. ¿Gustas algo de comer? Yo invito.

—No, gracias...

Carrie hablaba bajo, como si temiera que alguien más la escuchara, y frecuentemente miraba hacia la ventana que daba a la calle como si esperara ver a alguien pasar en cualquier momento; ¿o era a ella a quien no quería ver directamente? Seguía abrazando sus libros contra ella, pero cuando se dio cuenta de esto los colocó con cuidado a un lado sobre la mesa, y luego colocó sus manos ocultas debajo de ésta, reposadas sobre sus piernas.

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