Capítulo 5.- Veneno

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Pasos apresurados se escuchaban por los pasillos del castillo. Cass, Eugene y Rapunzel buscaban desesperadamente dónde podía haber ido Varian. La princesa sentía su respiración agitada y una presión en el pecho, el pánico empezaba a apoderarse de ella. Eugene apareció desde atrás y sobó con cariño los hombros de Rapunzel.

-Tranquila, rubia. Vamos a encontrarlo.
- ¿Alguna noticia? – dijo Cassandra llegando junto con ellos.
-Aún nada. ¿Cómo desapareció un niño moribundo? – preguntó Eugene siendo rápidamente acusado por los ojos esmeralda de su enamorada. –D... ¡Digo! Un niño enfermo, sí, eso.
-Eres todo un caballero, Fitzherbert- lo sarcástico del comentario de Cass era casi palpable.
- ¿Está todo bien? – se escuchó una dulce voz cerca de ellos.

La reina Arianna se acercó a ellos, sus ojos verdes se posaron en la expresión preocupada de su hija, acarició su mejilla mientras le pedía que le dijese qué ocurría. Rapunzel la abrazó, necesitaba tranquilizarse y nada mejor que un abrazo, esa calidez, y ninguno mejor que el de su madre. Su pánico disminuyó. La princesa se separó de ella y la vio a los ojos.
Una vez le habían explicado a la reina lo que estaba ocurriendo, su rostro también mostró preocupación. El sentimiento materno siempre está presente. 

-Bien, llamaré a los guardias para que les ayude a buscarlo. Espero lo encuentren. Sólo es un niño.
-Muchas gracias, mamá.




Algo de vidrio cayó al suelo y se quebró en muchos pedazos. Una respiración agitada era audible, junto que cierto ruido de cristal y metales chocando entre sí por unas manos que investigaban por todos lados buscando algo que parecía no encontrar. Varian casi pierde el equilibrio, pero logró sostenerse de un escritorio. Ruddiger lo tenía mordido de su camisa buscando sostenerle para que no se cayera, esto hizo al chico sonreír ligeramente.
-Gracias, amigo...- dijo con dificultad. –Sigamos buscando la analizadora.

Ruddiger subía y bajaba por las piernas y brazos de Varian con la idea de sostenerle, ya fuese para mantenerlo alejado de lo que pudiera herirle, como el sostenerlo para evitar que llegara al suelo. El pequeño mapache estaba cuidando a su humano como le era posible.

La tos volvió. Cada espasmo del cuerpo causado por la acción creaba una gran presión en su cuerpo, en su pecho, dentro de este. Varian apretó con fuerza su camisa y la pequeña manta sobre sus hombros. No lograba tomar aire nuevamente, sentía que se asfixiaba mientras sentía que se quemaba por dentro. Sus rodillas no soportaron, cayó de rodillas y finalmente terminó sentado, recargado en una pared del complejo. El ardor se volvía peor y casi podía sentir sus propias uñas encajadas en su piel por la fuerza que empleaba apretando su camisa. Recargó su cabeza contra la pared tratando de volver a la normalidad para poder continuar.
Ruddiger, lloriqueando levemente, se trepó en el hombro de su humano, el lugar que siempre amaba. Ahora solo quería estar al lado del chico que le había cuidado tanto, pagarle un poco de todo lo que había hecho por él. Talló su cabeza contra la mejilla del chico, causando una diminuta risa.
-Da cosquillas...- dijo Varian. –Tus bigotes... me dan cosquillas.

Los ojos azules del alquimista se abrieron un poco más con sorpresa. Frente a él, tras el mueble que veía, estaba aquel aparato extraño que necesitaban.
-Bingo – dijo y se forzó por levantarse.
Las piernas le temblaban, sentía que perdería la consciencia en cualquier momento. Era un sentimiento horrible. Sacudió su cabeza un par de veces y se dirigió hacia la analizadora, tomando en su camino aquel matraz con líquido violáceo que le había causado tantos problemas. Tenía saber qué era lo que contenía en realidad aquella solución para poder tener una idea de cómo contrarrestarlo.

Lealtad Mortal  - Tangled The Serie FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora