Después de aquella tormenta de nieve, la princesa fue con su amigo alquimista para darle su apoyo aunque ya era demasiado tarde. Sin embargo, ella estaba allí, lo cual calmó el corazón del pequeño, evitando que se derrumbase por la pérdida de su pa...
[Aviso de angst, sangre y estrés en este capítulo]
La reina miró su vestido con sangre, sangre de un menor y sintió su cuerpo estremecer. Deseaba que todo se pusiera bien pronto. Caminaba a paso veloz a su habitación, debía llegar con prontitud pues el evento estaba por comenzar y ella debía estar presentable.
Nigel cerró la puerta con calma y con sumo cuidado colocó el seguro, causando así que nadie pudiera sorprenderle. Entonces se giró y con una sombría expresión que parecía una retorcida sonrisa, se acercó a la cama donde estaban dormidos un pequeño chico y su mapache.
Varian sentía paz por primera vez en ese día, pero era extraño, era como si flotara. Sintió un agarre en su brazo casi a la altura de su hombro. "Despierta" le susurró una voz que no pudo distinguir. Por un segundo la notó dulce y femenina. "Despierta, por favor" rogó de nuevo la voz. Sus ojos se sentían pesados, fue difícil abrirlos, su cuerpo le imploraba que continuara descansando, sin embargo, aquella voz insistía. La luz entró levemente en sus ojos, había una figura, una persona frente a él, que no lograba distinguir. Levanto una mano para tallar sus ojos, pero algo le tomó con fuerza de la muñeca y la inmovilizó contra la cama. Abrió sus ojos con sorpresa e intentó decir palabra y una mano cubrió abruptamente su boca. Escuchó otra voz, muy diferente esta vez. Definitivamente no era la misma, esta era gruesa y demandante. -¡Silencio!
Finalmente notó la situación. Nigel estaba sosteniéndole firmemente, le aterró ver eso, él estaba indefenso. La mirada del hombre era sombría y desafiante. -Estúpido niño - espetó sin subir mucho el volumen. -Creí que ya estarías muerto para esta hora. Eres igual de resistente que las cucarachas. Pero no te preocupes, yo me encargo de eso.
Los ojos azules del chico se abrieron aun más, no podía quitarlo de encima. ¿Qué iba a hacer? ¿Le asfixiaría? ¿Envenenaría? ¿Quizás usaría una daga? Su corazón latió tan rápidamente que sintió que se terminaría saliendo de su pecho. Sin soltar su muñeca, Nigel tomó al alquimista del cuello. Lo asfixiaría.
Varian trataba de zafarse, se retorcía bajo los brazos del hombre, el oxígeno se le escapaba de sus pulmones. Ciertamente Nigel no era alguien fuerte, pero el chico estaba tan débil que no podía defenderse. Cerró los ojos con fuerza. De repente sintió el aire entrar de golpe, inhaló profundamente y se llevó ambas manos al cuello tosiendo por la presión. Nigel gritaba y renegaba con alguien, el alquimista poco a poco distinguió la pequeña y peluda figura que subía y bajaba e incluso rodeaba al hombre entre gruñidos y araños.
El hombre lo tomó en sus manos y lo lanzó, Ruddiger cayó en la cama y rápidamente se enderezó, poniéndose en guardia, crispado y gruñendo, protegiendo a su humano. Varian se levantó un poco, viendo a su amigo con sorpresa.
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Nigel se lanzó hacia adelante y a su vez el mapache se fue hacia él. Lo mordió un par de veces más e incluso rasgó su prominente nariz. Sin embargo, Nigel tomó a Ruddiger de la cola y lo lanzó fuertemente contra la pared. El pequeño mapache soltó un quejido que se mezcló con el sonido hueco de su cuerpo golpeando la piedra y cayó al suelo soltando otro chillido.
