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Jason

- Bueno chicos. Esto no puede seguir así. No sabéis ni cómo os llamáis. -Y yo miré a esa chica, me estaba analizando de arriba a abajo.- Jason. Preséntate. Me dijo
- Pues me llamo Jason, tengo veintitrés años. Y soy tatuador.

De repente vi como aquella chica me revisaba cada uno de mis tatuajes. La mayoría me los había hecho yo mismo, pero algunos, en sitios imposibles, como el de la espalda, me los habían hecho otros tatuadores.
La mayoría eran personales, y jamas le había contado a nadie qué significaban. Estaba la fecha de nacimiento de mi hermana, tatuada en forma de un reloj en lo alto del hombro.
Aunque no tenía muchos tatuajes que representaran a mi familia, ya que era un completo desastre, siempre me lo tomaba en serio por mi hermana. La única persona de mi familia en la que de verdad podría confiar.

- Kelsey. -Dijo la chica- Me llamó Kelsey, tengo veinte años, y vivo con mi mejor amiga en el centro, la cual me obligó a apuntarme a este concurso. Y Trabajo de camarera en una cafetería.

Cada vez que miraba a aquella chica tenía pensamientos que no yo mismo me lo podía creer. Estaba muy buena, tenía el pelo liso recogido en una coleta alta. Los labios gruesos y algo pequeños. Sus ojos eran color miel, sus uñas eran algo largas, decoradas con una capa de esmalte rosa palo, y algunas líneas de decoración en su dedo anular.

Pero no podía pensar nada en ella, yo tenía una novia, Julia, y la quería como a mi vida. Y esta mierda de concurso al que me apuntaron mis amigos, no iba a joder nuestra relación.
Ya teníamos pensado mudarnos a un piso, también teníamos pensado empezar a formar una familia, y a lo mejor casarnos, pero no soy un chico muy comprometido.

- Me alegra que por lo menos ya os conozcáis. -Dijo Zyra- Por cierto, no queda comida. Tenéis que abrir la caja de provisiones.
- ¡No puedo! Es imposible de abrir. Dijo Kelsey
- Será por que no tienes la fuerza suficiente. Le dije
Y ella me miro con mirada de asesina.
- Si la consigo abrir, ¿que me das?
- No no, de eso nada. No te voy a dar nada, por que no lo vas a poner abrir, y no me gustan los compromisos
- Si la abro me dejas tu cama
- Ni de coña. Dijo levantándose
- Por una noche.
- Bueno, inténtalo. Es imposible de abrir esa caja.
Salí muy decidido, allí habían dos cajas, eran de madera, en una de ellas había un martillo, el cual, supongo habría usado para, patéticamente abrir la caja.

Lo que había que hacer era quitarle los clavos, así, se caería por sí sola.

Uno a uno fui quitando los clavos, Kelsey me observaba desde la cristalera de la casa. Creía que no lo iba a conseguir.
Hasta que al fin salió uno de los lados, de baño caer todas las bolsas con comida, productos de higiene y demás.

La miré buscando una mirada de sorpresa, pero en cambio me señaló a la otra caja.
Solo me había dicho que debía abrir una, no las dos. Pero con dormir por una noche en una cama en la que no estuvieran restos de un parto, hacia lo que fuese.

Me dirigí a la otra caja, y de la misma manera la abrí dejando caer todo.
De nuevo la volví a mirar, puso los ojos en blanco y se marchó.
Lo que me causó una extraña felicidad.

Cogí un par de bolsas y las metí dentro, ella salió después, también a coger bolsas.

- Saca tus cosas de mi nueva habitación. Le dije para que se enfadase
- ¡De eso nada, tú me dijiste dormir una noche, una!
- Vale, no te pongas como una fiera. Le dije, y volví dentro de la casa.

Entre los dos, logramos recoger todo lo que había en el césped.
Al volver a entrar, Kelsey se subió a su habitación, por última vez en ese día. Y yo decidí salir a buscar algo que me ayudase a salir de esa mierda de isla.

Mitades ImperfectasWhere stories live. Discover now