III

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Al llegar a su pieza, la habitación que estaba casi al frente de las escaleras, solo dejó caer la mochila al suelo-Con toda la ropa tirada después de lo de la mañana-Y se lanzó a la cama hecha.
   -Cierto que le dije que el desorden era mío, y yo lo haría-Rió, recordando una de las apuestas que había hecho con su padre-Pero que... ¡Pereza!-Agarró una de sus almohadas, y se la colocó encima de los ojos-Lo haré, pero después-Su sonrisa mostraba cansancio, aunque fuera un poco más de medio día.
   Puede que sea por la pelea con sus amigos, que tampoco tenía ganas de solucionarlo, o la respuesta tan fría de sus padres acerca de los Dragones, pero se sentía agotada, y la idea de quedarse en la cama todo lo que quedaba de día le parecía la mejor opción en ese momento.
   "¡No quiero que te metas más en ese tema, Kathy!" Lo había recordado de nuevo, como su madre, después de una simple pregunta, se levantó y gritó en la mesa, bastante molesta.
   Ahora, luego de mover la almohada a su lado, empezó a abrazarla.
   Sabía que el tema de los Clanes le molestaba mucho a su madre-Aunque no sabía el por qué-pero contestarle así a tu propia hija a Katherine le pareció un poco raro. No era solo porque eran unos delincuentes, o un tabú, era algo más. ¿Y si alguien le había hecho daño a uno de los dos-O incluso a uno de los tres-, ¿Y por eso tanto odio?

   -Te quiero en cinco abajo, mija-Clifford vio por la puerta entreabierta, y la abrió para ver mejor a su hija-¿Estás bien, Kat?
   -¿Sabes cuánto me irrita que me digan Kathy?-Dijo sin moverse de la cama, ni dejando de abrazar a su compañera.
   Clifford entró despacio y se sentó en la cama. Su mano cubrió toda la pierna de su hija.
   -Muchísimo. Por tu tía Kathy-Dijo él, moviendo su mano como un masaje-Odias mucho cuando las dos deben mirar... y su actitud-Se dijo para él casi susurrando.
   -¿Y por qué mamá se aferra a decirme así?-Apretó el cojín con fuerza.
   -No lo sé-Rió despacio, sin separar sus labios-A tu madre le gusta decirte así, capaz que le recuerdes a ella.
   -No es que sea una super modelo, pero soy mucho más bonita que ella-Rió, soltando la almohada y mirando a su padre que igual reía-O sea, tan fea no soy, ¿Verdad?
   -Si, tu tía es bastante fea, ¿Por qué crees que me fijé en tu madre?-Dijo luego de una risotada-Además, eres preciosa, mucho más que esas "bolsas de sangre".
   -¡Oye!-Le lanzó una patada, la cual casi lo hace caer de la cama. En la segunda, Clifford le agarró del tobillo, mientras se reía. Ella había fruncido el ceño, pero no podía salir de las manos de su padre-Sabes perfectamente que mi sueño es ser como ellas, ¿No?
   -¿Y terminar como un esqueleto?-Siguió riendo, aunque la siguiente patada le haya pegado en la mandíbula (Cosa que le preocupó a Kat en un momento) y le hubiera dolido. Quedó un rato resistiendo el dolor, soltó la pierna derecha de su hija y esperó a que ella se levantara.
   -¿Papá?-Se colocó a rodillas preocupada, cambiando de actitud completamente-¿Te dolió?
   -Mhhhh...-Dijo él sin realmente responder.
   -Te lo merecías-Lo dijo un tanto enojada, pero seguía preocupada.
   -No me dolió, ¡Sigues pegando como un corderito!-No pudo aguantar la risa, mientras su hija explotaba y empezaba a golpearle en el pecho con los puños hasta que él la detuvo.
   -Te odio, ¿Lo sabías?-Intentaba salir de las manos de su padre, sin poder conseguirlo.
   -Me lo dices todo el tiempo-La risa se detuvo, pero la sonrisa de triunfador seguía ahí-¿Irás al colegio?
   Katherine dejó de forcejear, y lo pensó en un momento. Más bien pensó en Jason y en Keith, no quería hablarles, ni verlos. No es que estuviera enojada, pero no tenía ganas de mirarlos después de lo que pasó en la cafetería.
   -La verdad es que estoy bastante cansada, además es final de semestre, ¿Sabes...?
   -Si no quieres ir, te puedes quedar en la cama, ¿Vale?-Entendía el poco ánimo de su hija.
   -Gracias, papá-Mostró una sonrisa triste.
   -Cualquier cosa, me llamas, ¿Sí?-Le soltó los brazos y se dirigió a la puerta-Estaré en una reunión cerca de aquí, cosas de negocios, pero la gente de ahí son mis amigos, y entenderán si me necesitas.
   Katherine asintió. Estaba bien, no necesitaría la ayuda de su padre-Menos la de su madre-, pero le gustaba que le dijera eso. Le gustaba saber que alguien estaría para ella.
   Y ese era precisamente su problema. Nadie, en realidad, estaba solo para ella. Nunca encontró nadie así, ni siquiera Keith, que se consideraban mejores amigas. Su padre, al menos, se lo decía, pero ella sabía que era porque formaba parte de la familia. Sí, solo tenía 17 años, le quedaba mucho tiempo para conocer a alguien que la considerara su mundo.
   Puede que eso le faltara, no tenía nada que ver que se haya peleado con sus amigos, si no que le faltaba alguien que la hubiese defendido. No tenía nada que ver el incidente del almuerzo con su madre, si no que le faltaba alguien que la entendiera, mucho más que su padre.
   Necesitaba no solo a un romeo, sino que también a un Sancho Panza.
   -Sí-Dijo enseguida-Ándate luego-Intentó sonreír, pero solo alargó los labios.
   -Duerme un poco, te hará bien-Antes de cerrar la puerta, se volteó-Le diré a tu madre que intente no molestarte, ¿Sí?
   Katherine volvió a asentir, y la puerta se cerró. Ahora estaba solo ella y la almohada. Su almohada compañera de las noches al dormir, y de las mañanas al despertar. Se había acordado; y se unió su celular, con algunas canciones para intentar animarse. Intentó no pensar en lo que le había pasado en la mañana que, meditándolo más a fondo, solo fue la gota que rebalsó el vaso, un vaso que colocaba una realidad que a ella no le gustaba, y cuando encontró una salida-Los dragones-, la forma brusca que eligieron tomar sus cercanos para evitar que ella se metiera más en el tema hizo que explotara. Y estaba cansada de todo lo que habitaba a su alrededor.
   Intentaba no ser la chica caprichosa mimada, pero en realidad lo era.
   Quería salir de eso, escapar de todo, y capaz que su maestra podría ser una escotilla. No era solo una dragona, si no que era la líder de todo el Clan. Capaz qué secretos ocultaba, qué cosas hacía a las espaldas de su vida normal; o capaz que no, y era igual de simpática y correcta como lo es en el instituto.
   Debía ser cautelosa eso sí, no podía ir así sin más y preguntarle todas las preguntas que tenía de la vida en general; eso podría ser el fin de su vida laboral. Si su madre se enteraba, ella sería una simple presa de aquél águila. Cuando eran cosas acerca de los dragones, su madre se ponía firme en alejar a su familia de cosas así.
   No, puede que la mejor opción era dejar el tema, y buscar una manera para hablar con Mako.
   Al final, solo le quedaba un año, y ella era libre de las órdenes de cualquiera.
   -¿En qué estoy pensando?-Se preguntó a sí misma al aire. Rió un momento y bajó la música. Dejó de abrazar la almohada y solo miró al techo-¿Qué me está pasando?
   Su mente unía pensamientos una y otra vez, llegando a conclusiones diferentes, cuando ella solo quería dormir.
   Levantó su mano y la colocó en frente suya. Por lo menos veía el techo, ahora solo era su piel. Y el color era bastante parecido. Sus uñas, que estaban un poco largas y con brillo, resaltaban en sus ojos. Le encantaba. Era su color favorito.
   Así se pasó unos minutos, intentando quitar esos pensamientos que aparecían como conejos de sus hoyos, que solo funcionaban para distraerle, y aunque le costaba mucho concentrarse, se quedó dormida minutos después. Cayó en un sueño parecido a lo que estaba pasando en la realidad. Todo era blanco, brillante, sin oscuridad, y aunque le parecía bonito, no le gustaba. Aunque no quería aceptarlo, necesitaba oscuridad.
   Tenía miedo. Mucho miedo.
   Aterrada de todo, solo empezó a correr, pero seguía todo igual. Blanco.
   Necesitaba negro, algo oscuro. Algo fuera del cuidado. Algo peligroso con lo que pueda arriesgarse. Lo necesitaba con urgencia, porque sentía que iba a desaparecer en el blanco que la rodeaba. Desaparecer en la gente buena que estaba con ella, en las expectativas de la gente que le rodeaba.
   Necesitaba maldad, y capaz que los dragones eran la fuente de maldad que necesitaba. El dragón de jade era lo que necesitaba para oscurecer un poco su camino. Y apareció: Mako, con una chaqueta de cuero, y un dragón a su espalda. Ese dragón cubrió el cielo, e hizo desaparecer el blanco.
   Ahora era gris. Y aunque le encantaba el blanco, prefería ver el gris en ese momento, el mismo dragón se volvió negro, con unas garras y bigotes dorados. Sabía que estaba soñando, pero solo se dejó llevar por la sombra del dragón verde, y pudo ver cosas que antes le parecían insensatas.
   No las entendía, pero quería entenderlas. Quería arriesgarse a saltar al vacío para poder entenderlas, antes de quedarse parada y preguntarse a sí misma qué eran esas cosas. Palabras, oraciones que se juntaban y decían cosas ilegibles para su cerebro. Imágenes que nunca había visto, pero se le hacían conocidas, un círculo que lo rodeaban figuras compuestas por tres líneas, cada una de diferentes formas, que giraba en la cabeza del dragón, quien le miraba directamente a los ojos. Y un teléfono, que sonaba a su lado.

La Vuelta de la HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora