2. Solo uno de ocho

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La ornamentación artística de la cúpula y las pinturas de laboriosas cinceladas que retrataban a las épocas antiguas del interior de la Academia Black causaron que me quedara embelesada. El edificio en sí era similar a los dibujos de templos clásicos que había estudiado, con sus simétricas columnas internas de granito. Mi grupo de Construidos yacía bajo la lujosa araña de cristal, aguardando las instrucciones.

―Como ya les he dicho, este sitio es denominado el Gran Salón. Aquí es donde se darán las galas a las que cada mes podrán asistir sus familiares, invitados especiales y principalmente algunos miembros del Concejo. Su propósito es prepararlos para el futuro, darse a conocer ante el mundo y aumentar sus habilidades diplomáticas como políticos ―mencionó Cavanagh.

Una joven rubia de cabello corto y semblante redondo que lucía un par de otoños mayor que yo se encaminó en dirección a Luvia. La chica iba vestida con un uniforme negro que tenía bordado en su delantal blanco el número 433, su distintivo. Las reglas indicaban que la servidumbre no se podía mezclar con los superiores y esa fue la razón de darles números en vez de nombres, se les consideraba tan poco que no valía la pena recordar su identidad. No concordaba con esa idea, no obstante, yo no podía eliminarla de todas las mentes del mundo ni aunque quisiera. La señorita le susurró algo a la directora y se despidió a la brevedad, permitiendo que el recorrido de bienvenida continuara.

Transitamos por los salones y sus diversas intersecciones en busca de adentrarnos más hasta llegar a un espacio abierto al aire libre. Resultaba muy notoria su finalidad: un campo de entrenamiento.

―Obviamente aquí tomarán sus clases de adiestramiento físico a diario. Y allí están los demás instrumentos necesarios para su rutina. ―Ella señaló una puerta con las palabras «sala de armas» marcadas. Nos introdujimos nuevamente en el interior y la caminata prosiguió hasta culminar en el extremo de unas escaleras. Allí esperaba de manera silenciosa 433―. Ahora Maureen, es decir, 433 les enseñará sus respectivas habitaciones. Deseo que sean de su gusto. Volveremos a vernos durante la cena de presentación ―se despidió Cavanagh.

Obedientes, subimos al segundo piso. La luz del sol proveniente de los balcones iluminaba el largo pasillo. Veloz, Maureen procedió a comunicarnos la ubicación de la recámara que le correspondía a cada uno. Evité la mirada de todos. Cuando el último desapareció, mi atención capturó un corredor alterno cuya entrada estaba cubierta por cortinas y aquel secretismo me incitó a averiguar el motivo.

―¿Qué hay allí? ―interrogué curiosa.

―No puedo decirle. Además, usted al igual que el resto de los herederos tiene prohibido transitar por pasillos no autorizados sin compañía oficial. Lo siento ―respondió 433.

—No se disculpe. Siempre es lo mismo —murmuré antes de adentrarme en la que sería mi alcoba.

Al recorrerla me pareció cómoda y simple. Carecía de una decoración particular. En el centro había una cama con dosel y dos muebles en las esquinas a juego. Las paredes estaban tapizadas de un color verde, sin embargo, el papel tapiz parecía estar rasgado en una parte casi invisible detrás del armario que se encontraba cerca de la puerta: una imperfección. Ignoré el detalle y abrí el ropero de madera oscura. Antes de venir, mis progenitores enviaron los elementos personales que yo pudiera requerir de mi hogar, lo demás tan solo tenía que pedirlo. Dentro hallé varias prendas: vestidos verdes típicos del clan Natural, atuendos blancos destinados a ceremonias y trajes de entrenamiento físico. Mi vestuario debía ser sobrio, aunque realmente no me importaba. En una semana habría otros atavíos.

Salí del baño privado luego de haberme curado la herida que originó el juramento. Fui directo al escritorio situado en el rincón derecho y leí los horarios a cumplir en la academia. La cena de presentación sería a las ocho y apenas daban las seis treinta, según el reloj. Aburrida, decidí investigar la biblioteca que solicité anteriormente.

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