4. La nueva generación

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Caminaba apurada a mi primera clase cuando Emery me interceptó.

―Hola, ¿puedo acompañarla?

―Claro.

―No la vi hace un rato.

―Es que me quedé dormida ―confesé. No me molestaría en mentirle a alguien que creció con periodistas.

Yo había llegado tarde al desayuno porque no había despertado temprano como correspondía y, apenas toqué la comida, tuve que correr. No pude hablar con nadie, y no me interesaba. Había cosas más importantes, tal vez no interesantes, pero sí importantes.

―Apuesto a que solo quería hacer una entrada triunfal.

―Y sin público que la viera.

―Detalles menores ―aseguró con una actitud amena―. Debo decirle que lo de anoche fue genial. Yo me hubiera quedado medio pasmada con lo que dijo Red. Usted le dio tanto para que tenga que terminó aplastado. Me cae bien.

―Usted es fácil. Me refiero a que es fácil hablarle. Y también me agrada ―expresé sorprendida de ese hecho. No me agradaba mucha gente.

Valía la pena arriesgar mis secretos por investigar los de los demás en la disputa.

―Al fin llegan, señoritas. Tomen un arma de preferencia y síganme ―ordenó el instructor del clan Red, Aspen Kyle, en cuanto traspasamos el umbral.

Recorrí con la mirada la sala de armas. Mientras que del lado derecho estaban colgados diferentes tipos de espadas, en el izquierdo la variedad resultaba más amplia, había dagas, arcos, etc. y en el fondo pude vislumbrar los equipos de protección además de un cuadrilátero de boxeo y bolsas de entrenamiento. A veces pensaba en la inutilidad de todo eso porque yo no iría nunca a un combate. Eliminé el pensamiento e hice lo que tenía que hacer.

Todo sea por el bien de La Nación, suspiré en mi mente.

―Ahora darán una muestra de sus habilidades a desarrollar y debilidades por eliminar. Lucharán hasta que su enemigo quede en el suelo. Recuerden que es un diagnóstico, aun así cuenta en su calificación ―informó Aspen. Él lucía de unos treinta años de edad, con su pelo castaño, ojos verdes, hombros anchos y elevada altura. Su padre había muerto en el mismo accidente que mi hermano―. Pelearán en parejas uno por uno hasta que se vayan eliminando, procurando no lastimarse gravemente, y gane solo uno, ¿de acuerdo?

Lo preguntó como si tuviéramos otra alternativa. Qué donoso.

En tanto calentábamos corriendo y estirándonos, creé diez escenarios posibles en mi imaginación e implementé un elemento para derrotarlos, aplicando mi estrategia mental. Como si fueran mis demonios, una vez que los venciera en mi cabeza, los vencería en mi realidad. Así la inseguridad no me traicionaría.

―¿Cuándo se declara que han sido vencidos? ―quiso saber Lucien.

―Cuando este quede en el suelo. Sin posibilidad de empate. White y Natural son los primeros.

En el campo de entrenamiento el viento soplaba de tal manera que hacía enloquecer el flequillo que cubría mi frente, siendo algo fastidioso. Respiré hondo, intentando tranquilizarme. Lo había hecho cientos de veces y casi siempre vencí a mis contrincantes, a mis profesores, y anhelaba que no me hubieran dejado ganar por cortesía. Lo dudaba. La rudeza estaba de moda. Finley y yo nos apartamos y fuimos en dirección al centro. Me acomodé en mi posición de guardia, igualándole. Luego de recibir la señal, él avanzó veloz hacia mí; mas yo le esquivé, dejando que su espada cayera al suelo. No parecía seguro de ninguno de sus movimientos y la humedad del ambiente no ayudaba en nada a la concentración.

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