Parte 1

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—¿Sí?

Héctor respondió después del primer tono. No esperaba que fuera tan rápido. No estaba preparada.

—¿Hola? —insistió.

—Hola —respondí. Mi voz sonó rarísima por culpa de mis nervios.

—¿Quién es?

—Soy Cuervo, de clase —lo aclaré como si fuese necesario, cruzando los dedos para que no me colgara.

Me pareció oír como chirriaban sus dientes al otro lado de la línea.

—¿Qué quieres? —dijo seco.

—Eh... necesito un favor.

—¿Un favor?

—Sí.

—¿Estás de coña? —su tono no podía ser más áspero.

—No. Es que...

—Mira, Cuervo, bastante tengo con ver tu puta cara entre semana como para oír tu asquerosa voz también el domingo.

—No cuelgues, por favor —supliqué—. Es importante.

Volvimos a quedarnos callados.

—Espero que no vayas a pedirme que seamos amigos o alguna mierda similar porque...

—No —le interrumpí—, necesito otro favor. Estoy en la calle ¿Podrías... podrías venir a buscarme y acompañarme a casa? Por favor.

—¿Qué? —era de esperar que estuviera tan sorprendido.

—¿Puedes venir a buscarme?

—Tú estás flipando.

—Por favor.

—¿Por qué iba a ir?

—Pues, creo que en el fondo eres buena persona y...

—Mira, piérdete. Vete sola a tu puta casa o a tu puto pueblo y no vuelvas.

—No sé llegar. —Tragué saliva, no había forma menos humillante de contárselo—. Me he perdido.

Patética. No podía ser más patética.

—Pues llama a tus padres o a tus amigos, si es que tienes amigos.

—No me sé sus teléfonos. Elena me apuntó el tuyo en un papel, lo tenía en un bolsillo y es el único que tengo.

—¿Has perdido el móvil?

—Sí. —Ya no importaba que lo supiera todo— Me han... Se lo han llevado unos chicos. Y la cartera también. Te estoy llamando usando el móvil de una señora, pero se tiene que ir.

—Pídele pasta y coge el metro —ya no sonaba tan enfadado.

—Me he perdido en el metro —me falló la voz—, nunca lo había cogido y... —Me callé y separé un poco el teléfono de mi cara para que no notara que estaba llorando.

Me sequé las lágrimas, y me di la vuelta para que la dueña del móvil no me viera. Aquel era el momento más humillante de mi vida, y mira que había competencia.

—¿Dónde estás? —le oí suspirar al otro lado del teléfono.

—Al lado del metro Villaverde.

—Estás a tomar por culo ¿Cómo has llegado hasta ahí? —gruñó—. Bueno, da igual, dame un segundo.

Mientras esperaba, miré de reojo a la señora que me había dejado el móvil. Ya no parecía preocupada por que se lo fuera a robar, pero empezaba a parecer impaciente.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora