Albalia- painter from spain

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Los domingos eran los días en que ni Alba ni yo debíamos ir a trabajar y siempre los pasábamos descansando juntas del estrés de la semana. Este mes yo había estado ahogándome en trabajos y exámenes de la universidad, pero por suerte los que entregué la semana pasada habían sido los últimos por un tiempo. Alba, al contrario, recién estaba comenzando la etapa con más trabajo que hacer, por lo que todavía no tenía la espalda a la miseria y la cabeza al borde de estallar como yo.

Algunos domingos salíamos a pasear, al cine o a tomar algo, pero hoy mi único plan era estar echada en la cama con mi novia abrazándome todo el día. Me parecía uno de los mejores planes en los últimos tiempos. Desde que nos despertamos solamente nos habíamos levantado de la cama para almorzar, y habíamos vuelto justo después de terminar.

–Nat.– Me llamó, ocasionándome cosquillas en la zona de mi cuello que acarició con sus labios como si fueran pinceles y mi piel, su lienzo. Acaricié la piel de su espalda baja en respuesta.

–¿Qué pasa?

–Me aburro.– Dijo dejándome algunos besos sobre mi clavícula izquierda. Yo reí ante el tono de su voz, y quise abrazarla pero un quejido de dolor salió de mi boca ante el movimiento. Era verdad que tenía la espalda a la miseria, pero ya estaba acostumbrada a que mi estrés se concentre en esa zona. Tardaría unos días en disminuir, pero siempre estaba presente.– ¿Qué te duele?– Preguntó, sentándose en el colchón. Solo estaba vestida con su ropa interior negra y al verla creí que ya me había curado.

–La espalda, como siempre.– Respondí con un suspiro de resignación.– Tendré que ir a un masajista, porque cada vez me duele más.

–¿Por qué irías a un masajista si tienes a tu novia aburrida justo al lado tuyo?– Música para mis oídos.– Venga churri, date la vuelta.

No hizo falta que me lo dijera dos veces, en un instante ya me había quitado la camiseta, quedando con el torso desnudo, y me había colocado boca abajo sobre el colchón. Alba se acercó a mí y se colocó sobre mi trasero, comenzando a masajear con firmeza la zona superior de mi espalda. Automáticamente cerré los ojos ante el placer que me generaban sus manos sobre mi piel.

–Tía, estás toda contracturada.– Me dijo, explorando distintas partes de mi espalda con sus dedos. Continuó haciendo masajes por toda mi espalda durante un rato largo, en el que yo me entretuve con el móvil mientras conversábamos.

–Hostia, mira esto.– Dije girando mi móvil para que pudiera ver la publicación que me había aparecido en Instagram. Sentí su peso sobre mi espalda, y la oí sorprenderse.

Eran fotos de la espalda de una chica, sobre la que habían hecho pinturas famosas. Estaba la Mona Lisa, los girasoles de Van Gogh y algunos otros cuadros que yo no conocía pero Alba, al estudiar Bellas Artes y encantarle la pintura, sí. Se levantó de un salto de encima mía y extrañé la sensación de su piel junto a la mía. 

Me giré en la cama y la vi buscando algo en su móvil. Unos segundos más tarde, lo giró en mi dirección, dejándome ver una foto de la Noche Estrellada de Van Gogh mientras ella sonreía con la ilusión que tanto la caracterizaba dibujada en su rostro y presente en sus ojos.

–¿Me dejas hacértelo? Por favor.– Pidió, acercándose a mí.– Y hoy cocino yo.– Yo reí por su dulzura y dejé un beso en sus labios.

–Te iba a decir que sí desde un principio porque debe ser súper relajante que te pinten la espalda, pero ya que insistes, te dejaré cocinar.– Ella se rió y me golpeó el brazo antes de levantarse corriendo y desaparecer por el pasillo. Yo aproveché para estirarme, sintiendo mis músculos mucho más relajados después de su masaje, y para ir al baño, ya que imaginaba que no podría moverme mucho mientras realizaba una réplica de una obra de Van Gogh en mi espalda.

oneshots ot2018Where stories live. Discover now