Capítulo 35. Él aún la busca

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Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 35.
Él aún la busca

Un día, quedándoles aún dos horas antes de que la madre de Carrie llegara a su casa del trabajo, Matilda y ella se subieron al carro de la psiquiatra y emprendieron un pequeño viaje a las afueras de Chamberlain, en concreto a un viejo depósito de chatarra abandonado en la carretera, a cinco minutos de la última casa. Durante todo el trayecto, Carrie miró asustada por la ventana del pasajero ante la idea de dirigirse a otro sitio que no fuera su casa, aunque quizás también acompañada de cierta emoción casi infantil.

Estacionaron el vehículo justo afuera de a la propiedad y simplemente entraron caminando. No había un portón, ni perros, ni tampoco algún vigilante; de hecho, no había ninguna persona cercana en un par de kilómetros. Era el sitio adecuado para lo que Matilda planeaba; Lucy, la rastreadora de la Fundación, le había hecho el favor de encontrarlo.

El sitio estaba lleno de carrocerías de vehículos viejos en su mayoría, apilados hacia arriba como si fueran los ladrillos de algún muro. Mientras avanzaban por aquel sitio, Carrie miraba a su alrededor un tanto confundida y curiosa.

—¿Qué hacemos aquí? —cuestionó tras unos segundos. Matilda sonrió divertida ante la idea de que apenas se le hubiera ocurrido preguntárselo.

—Sólo quiero que practiquemos un poco tus habilidades —le respondió con un pequeño tono de complicidad—. Aquí no hay nadie que nos moleste, así que podremos explayarnos con más libertad. Eso te gustaría, ¿no?

Carrie la miró un tanto perpleja, pero ciertamente muy interesada.

—¿Practicar cómo?

—Por ejemplo, ¿qué es lo más pesado que has levantado con tu telequinesis?

La chica meditó unos momentos antes de responder.

—El escritorio de su oficina, creo... o quizás un sillón.

Siguieron avanzando por un rato más, hasta que Matilda se detuvo en seco, al ver justo ante ellas el objetivo ideal. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios.

—¿Te gustaría intentar con algo más grande? —Le preguntó con un tono casi pícaro, y señaló al frente con su mirada.

Carrie miró en esa dirección, y detectó de inmediato a lo que se refería. Frente a ellas, se encontraba un viejo camión escolar del que aún se distinguía vagamente el amarillo de su pintura original entre todo el óxido de su carrocería. Pero fuera de eso, el camión realmente se veía entero. Tenía sus cuatro llantas, sus puertas, aparentemente casi todos los asiento, y sólo dos de sus ventanas estaban rotas.

—¿Un camión? —exclamó Carrie, sorprendida—. Es demasiado grande, ¿no?

—Cuando tus habilidades afloran en su máximo, el peso físico de los objetos se vuelve irrelevante —señaló Matilda con voz solemne.

La castaña colocó entonces su bolso en el suelo, y dio un par de pasos al frente. Enfocó su mirada fijamente en aquel gran vehículo, y tensó un poco sus manos a los lados de su cuerpo. Respiró lentamente, inhalando por la nariz y exhalando por la boca. En su mente se dibujó aquella imagen que Eleven le había enseñado a proyectar hace muchos años: la estufa de su cocina, con una de sus hornillas a llama baja, y su mano abriendo lentamente la perilla para que la flama aumentara sólo lo suficiente. Cuando estuvo lista, se enfocó por completo en su objetivo y el camión comenzó a alzarse lentamente del suelo y con suma facilidad, como si fuera una simple pluma empujada por el viento. Carrie miró esto estupefacta.

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