#22: Hay fiesta, y pizza

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Exactamente a las diez de la noche se empezó a escuchar la música a todo volumen por la casa.

La fiesta que había preparado NamJoon iba cobrando cada vez más ritmo y público mientras el tiempo pasaba, al igual que mi tic de ojo, el cual se iba haciendo cada vez más notable.

Música, gritos de emoción, voces coreando las canciones, exclamaciones estúpidas. En resumen, una fiesta de Joonie el simio Kim también conocida como "si siguen así los vecinos les van a mandar a la policía" o "mañana tendrán tanta resaca que se arrepentirán de haber nacido".

Ya podía imaginar el desastre que habría a la mañana siguiente.

—¡Ugh, cállense!— exclamé desde mi habitación mientras tapaba mis oídos con las palmas de mis manos.

Mis palabras eran cómo un susurro inaudible comparado al ruido de allá afuera.

Tenía sueño, quería dormir, y no podía por la simple razón de que al maldito chico simio se le había ocurrido hacer una estúpida fiesta en la propiedad.

Sin exagerar podía sentir como mis tímpanos agonizaban, pobres, ellos no tenían la culpa de la idiotez de NamJoon.

Se me ocurrió que los vecinos llamaría a la policía, avisando el desorden, y que prontamente la fiesta se acabaría. Sin embargo todo se fue por el caño acuñado escuché cómo Joon gritaba alegremente "¡Sigan vecinos, están en su casa!"

Maldición, ¿qué los vecinos no eran una pareja de abuelos?

Debía pensar en algo y rápido, a menos de que quisiera pasar toda mi noche despierto por culpa del griterío proveniente de la sala de estar.

Finalmente, una idea se me vino a la cabeza. Me dirigí a mi armario, saqué de éste la ropa más sexy, linda, y fiestera que encontré y, me vestí con ella. Escapar de esta fiesta haciéndome pasar por un adolescente más del montón de populares debía ayudar un poco.

Salí de mi habitación escabulléndome y bajé las escaleras de manera sutil, sin que nadie notara mi existencia. Llegué a la puerta de entrada, la cual estaba abierta para el público, literalmente, y salí de la casa, dirigiéndome al parque o a algún lugar cercano dónde no hubiera tanto ruido.

Opté por no ir al parque, probablemente me perdería de nuevo y hoy no habría desgraciadamente nadie para rescatarme. Así que, completamente solo, me decidí por entrar en una pizzería que había por ahí y que, según el cartel de enfrente, estaba abierta las veinticuatro horas.

Jalé de la puerta para abrirla, pero no funcionó. Parecía cerrada, tal vez el lugar no estaba abierto.

Estos bastardos me mintieron.

Cómo última esperanza miré la puerta de arriba a abajo, y ahí fue cundo noté aquel cartel que decía "Empuje".

Nunca en mi vida me había sentido tan estúpido.

Empujé la puerta y ésta vez sí la logré abrir. La campanilla de la puerta al momento en que entré se hizo sonar por el local. Me senté en una de las mesas que estaban al lado del ventanal y acomodé mi cabello.

En el restaurante estaba yo en una mesa, una pareja de pandilleros en otra más apartada, y un chico con gafas leyendo en una mesa cercana a la mía.

Sinceramente se estaba tranquilo, a veces me daba miedo que aquellos pandilleros me puñalearan, pero nada más allá de eso.

—¿Qué quieres para comer?— preguntó con una voz irritante una chica que se apareció de repente en frente mío. Llevaba un delantal de color celeste y por su aspecto no se veía muy a gusto con este lugar.

viviendo con el nerd (VCEN1) •• nj.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora