Enfrentamiento

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Narra Jimin

Verla después de tanto tiempo fue más difícil de lo que había imaginado. Lo sé... Sólo han pasado tres meses. Nada en comparación a lo que esperaba, pero mucho tiempo considerando que no he podido dejar de pensar en ella ni un puto día.

No sé qué decir, no sé qué pensar y sé que tengo que actuar rápido porque en cualquier momento se irá y habré perdido una oportunidad muy importante. Sería más fácil si no hubiera traído a ese chico con ella.

***
La habitación de Jae nunca se me había hecho tan pequeña e incómoda, quizá eran los nervios por tenerla tan cerca o el miedo que me provocaba lo que pudiera salir de sus labios. Lo cierto, es que desde que la vi, perdí la noción del habla y la respiración se había vuelto un desafío doloroso.

He perdido la cuenta de las veces que peine mi cabello, o las que he mordido mis labios para evitar soltar alguna idiotez. ¿Qué debería decirle? Pensé que el tiempo me devolvería la tranquilidad necesaria para encararla, pero no contaba con que volviera tan diferente.
Ya no es la niña de meses atrás. Su cuerpo cambió drásticamente, el tono de su voz es más firme, incluso su mirada demuestra lo mucho que ha madurado.

Está hermosa y eso me aterra.

—tu plan es quedarte toda noche allí sentado?— suelta sacándome de mis cavilaciones. Me remuevo sobre el borde de la cama para dejarle lugar y espero que entienda que quiero y necesito que se acerque. —jimin, dime algo o saldré de aquí— amenaza, pero en lugar de enojarme o ponerme ansioso, me asusto.

He pensado tanto en ella, he repasado en mí mente tantas veces todas las cosas que quería decirle, que ahora que la tengo enfrente, todo se queda atascado en mí garganta y no sé por dónde empezar.

Me he vuelto un marica desde su rechazo.

La veo blanquear los ojos y cuando sus talones giran para encarar la puerta, me desespero. —___,— la llamo pero no voltea. Pienso que espera que le diga algo más, pero la veo llevar una mano a su vientre y por instinto sé que algo le pasa. —estás... Bien?— pregunto a lo obvio. Claro que no está bien!La he traído en contra de su voluntad y lo único que he hecho es mirarla parada bajo el marco de la puerta.

Tomo valor y me animo a acortar la distancia. Pero no llego a ella, levanta una mano indicando que me detenga y así lo hago. Lo último que quiero es que se asuste y comience a gritar. —estoy bien— toma aire de manera exagerada, lo que me dice que siente dolor en la zona que está acariciando. Quiero tocarla, las manos me pican con deseo de recorrerla entera, pero no de la manera habitual. No es un deseo sexual, o si. Pero la necesidad de sentir su piel sobrepasa mis ganas de quitarle la ropa. ¿Qué me pasa? No debería tener estos pensamientos en este momento. —si lo que te preocupa es el hecho que dije que el niño es tuyo, quédate tranquilo. No me cuesta nada salir y desmentirlo— sus ojos me recorren con furia. Debe ser cierto lo que dicen de las embarazadas (son extremadamente hormonales) pero me agrada. Que me haga enojar me da un poco de coraje.

—si hubiera querido, lo habría desmentido yo— aclaro y enarca una ceja con cinismo. Incluso enojada se ve bellísima.

—si hubieras querido, se lo habrías contando hace mucho— su tono se eleva un poco mostrando su enojo. Pero qué se suponía que haría? No estaba seguro si seguiría con el embarazo, a decir verdad, pensé que no iba a hacerlo. —pero tranquilo. No vine a reclamar nada, no necesito nada de ti! Así que... No te sientas en la obligación— asegura y me confunde.

—no puedes hablar encerio. yo también tengo derechos!— imito su tono pedante y enfurecido. No me gusta hablarle así, pero no dejaré que me convierta en el malo.

Suelta una carcajada llena de indignación. O nos ponemos de acuerdo o terminaremos peor que antes. Pero no puedo tranquilizarme, si lo hago, enmudeceré otra vez y eso es peor. —derechos?— pregunta abriendo sus ojos con efusión. Vuelve a carcajear pero esta vez lo hace con evidente burla. —te recuerdo que me dejaste allí! sabiendo que estaba esperando un hijo tuyo! Y ahora aceptas que tienes derechos!?

—pero... Ahss— chasqueo la lengua para no perder los estribos. Me volverá loco si le sigo la corriente. Pero es inevitable. Su cinismo me altera cómo nunca nadie lo ha logrado. —te recuerdo que fuiste tú! Quien decidió irse de un día para el otro— vuelvo a despeinarme más nervioso que antes. La bronca me está superando y aunque intente, no logro tranquilizarme. —te fui a buscar... Te pedí que vivieras conmigo y fuiste tú! Quien dijo que no quería volver a verme! Que siguiera con mí vida! Pensé que...— y la voz se me vuelve a atorar en la garganta.

—pensaste que no era tuyo? Claro... Cómo tienes cola que te pisen!— siento cómo mí rostro se me desfigura ante su comentario. Esto es el colmo... No tiene derecho a hablarme así. O sí, ya no sé. Pero me molesta.

—pensé que tu mudanza repentina fue para que nadie supiera lo del embarazo. Pensé que no ibas a tenerlo— admito con un tono más tranquilo, pero entre dientes.

—ves? Por eso había decidido dejarte ir. Tú siempre me verás cómo si yo fuese un monstruo capaz de cometer cualquier idiotez! Ni siquiera sabía que estaba embarazada! Sabés lo horrible que sentí al despertar y enterarme de todo? Lo peor! Sola!?

—qué mierda se suponía que debía hacer! Eh?— se sobresalta cuando acorto la distancia y grito a escasos centímetros de su rostro. Cómo si elevar la voz me diera la razón. —quedarme para me siguieras humillando!? Para que me sigas echando en cara que yo soy el que te quitó los sueños!? No soy de cartón maldita sea! Me hiciste mierda! Mierda! Comprendes!?

—me engañaste! Me trataste de loca!! Me humillaste delante de todos! Aún así intenté perdonarte! Pero fuiste a buscarme sólo para recordarme todo lo piensas de mí y dolió, Jimin! Dolió comprender que no te habías tomado la molestía de conocerme tan siquiera un poco!

A la mierda todo.

Golpeo la puerta con el puño cerrado justo encima de su hombro. No veo miedo en sus ojos, lo que veo es una ira acumulada que me mata por dentro. Sé que tiene razón y eso es lo que más me molesta. —perdón por no saber cómo cuidar de ti! Perdón por no tener idea de cómo lidiar con mis putos sentimientos! Perdón, ___!! Perdón por no tener experiencia en las relaciones y no saber cómo llegar a ti! Perdón por sólo aferrarme a lo que tú me hacías sentir y olvidar conocerte, olvidar los detalles y buscarte sólo para sentirme mejor conmigo mismo! Pero soy un idiota! Siempre lo supiste!— la garganta se me seca y mi pecho se acelera de manera alarmante, sé que no es por el momento. Me desespera tenerla a escasos centímetros y no tocarla, no besarla! Joder! Extraño perderme en esos labios rosados. —y nunca pensé mal de ti. Tenía miedo! Estaba aterrado y quise creer que todo era mentira porque me dolía verte sufrir!— La tengo ahí, cómo quería. Sumisa y pensativa, pero no se siente bien. Me inclino un poco y busco sus labios, pero su rostro palidece y sus ojos se cierran con dolor mientras se inclina dejando caer su frente contra mí pecho.

Mierda...

—jimin!— su voz quebrada y suplicante me alarma. La tomo del mentón y la obligo a encararme. Lo que veo me asusta.

—qué... Qué pasa?— pregunto al borde del colapso y sus manos se hacen un puño sobre mis brazos.

—por favor... Llama a William. Corre!— exige y obedezco pese a que me duele y molesta que no sea capaz de decirme a mí lo que le pasa. Yo seré un idiota, pero jamás buscaría ayuda de otra persona teniéndola a ella al lado.

Enamorada Del Idiota (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora