1. Compañía desconocida

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"Las cosas que temí no estaban en el cielo, sino en la naturaleza y en el contacto de la humanidad. La crueldad de los niños... la ceguera de los despiadados... estos eran mis terrores. Pero no el choque del rayo, no las bolas de fuego de entre las nubes."

 -Ellen Glasgow


La Toscana se había teñido de rojo. Miles de cadáveres bañados en sangre repletaban las colinas. Absolutamente todos los soldados, tanto de "Terra Giants" como de "Aquam Giants", se encontraban en el suelo, muertos, o a punto de estarlo.  Todos, a excepción de un par de hermanos.

Jared despertó en medio de la masacre. Todos sus músculos estaban fatigados de tanto correr, y se sentía muy débil debido a toda la energía que había gastado durante la ardua batalla, donde las olas de "Aquam Giants" y los trozos de tierra de "Terra Giants" terminaron con la vida de todos y con lo que en algún momento fue la hermosa Toscana.

Se sentó, gimiendo de dolor, encontrándose de frente con el horrible paisaje frente a él. Los cadáveres lo rodeaban por completo, y los gemidos de los que seguían con vida se escuchaban a lo lejos. El joven, haciendo lo posible por no vomitar, se levantó del suelo.

Su uniforme café holgado —diseñado para entregar la mayor libertad de movimiento posible a los soldados Tierra— lucía manchado de sangre, tanto suya como la de sus compañeros. Hacía unas horas, mientras la batalla continuaba, un chico Agua le había hecho un corte en el brazo. Uno del que solo ahora era consciente y que dolía como el infierno, por lo que solo río, levemente, al recordarlo, sin apartar, por supuesto, una mueca afligida.

En la guerra solo se usaban armas de fuego y la fuerza de los elementos, por lo que el cuchillo obviamente debió haber sido el último recurso del chico, posiblemente desesperado porque las balas de su revolver se hubieran acabado, y por no tener de donde conseguir agua.

Solo los elementalistas más poderosos eran capaces de generar su propio elemento, por lo tanto, el chico, de aparentes dieciséis años, no podía producir su propia agua para atacar.

Jared, ante él, no fue capaz de hacer mucho y solo le lanzó un inmenso trozo de tierra que lo alejó del foco de la batalla. Y no lo hizo porque no estuviera dispuesto a matar, decidió salvarlo porque aquel chico le recordaba demasiado a su hermano Theo, al que no había visto en casi una hora.

Los músculos de Jared se tensaron por completo al recordarlo... no tenía idea de dónde estaba. Dejó de respirar durante algunos segundos, mientras en su cabeza transitaban los más fatídicos pensamientos. Y, por supuesto, la posibilidad de que su hermano estuviera muerto no dejaba de atormentarlo.

La guerra había endurecido al mayor de los hermanos Barlow, sin embargo, ahora que todos sus compañeros en el ejército—y probablemente también el resto de su familia— estaban muertos, lo único a lo que Jared podía aferrarse, era a la posibilidad de que Theo viviera. Porque si él estaba muerto, entonces Jared perdería lo único que le quedaba.

—¡Theo! —gritó, al borde de las lágrimas, mientras comenzaba a caminar en medio de la masa de muertos ante él— ¡Theo!

Continuó gritando, caminando entre los cadáveres, y temiendo que su hermano formara parte de ellos. La garganta le dolía de tanto forzar la voz y sus piernas no daban más de cansancio, pero no podía rendirse, no iba a hacerlo.

Pensó en dejar de buscar en los alrededores, y comenzar a mirar entre los cuerpos, pero rápidamente se negó a hacerlo. No iba a darlo por muerto tan rápido... tenía que seguir buscando. Sus manos eran la mayor muestra de su intranquilidad, pues se movían y retorcían en extrañas posiciones al no hallar una forma de estar.

Tierra de gigantes [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora