~PRISIONERO~

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No apartaba la mirada, los segundos que pasaban parecían no contar, solo se concentraba en mantenerse alerta ante cualquier movimiento o ataque que hiciera el prófugo prisionero de Azkaban.

Pero algo no entendía, no lograba encontrar respuesta, ¿Porque Black no hacía algo? ¿Porque no lo mataba? Muchos en Hogwarts, los folletos, los encabezados del profeta dejaban en claro que era el ser humano más despreciable de todos, que su único deseo era servir al señor oscuro.

Entonces no pudo evitar que la curiosidad lo empezará a invadir poco a poco, quizá se estaba dejando llevar por los comentarios ignorantes de otros, lo mismo le había pasado a el, cuando todos lo culparon en segundo año, por esos acontecimientos desafortunados.
Harry empezó a creer que Black estaba pasando por lo mismo.

Un pensamiento que solo le duro segundos, su curiosidad y algo de compresión se esfumó, recordó la conversación que la profesora Mcgonagall había tenido en Hogsmeade con otros magos, no podía olvidar nada de eso.
Tenía en enfrente al hombre que le había arrebatado a sus padres, el mejor amigo de su padre, un simple traidor que no merecía ningún tipo de respeto o piedad.

Miro de reojo su varita que estaba tirada a una distancia corta, pero muy cerca del animago, entonces se dio cuenta que si trataba de acercarse sería atacado de múltiples formas por el.

Sin que el mimo se diera crédito, y sin saber en qué momento paso esa idea por su cabeza, empezó de manera tosca a hacerle unas preguntas a Black.

—¿Que te hice yo?—dijo sin mover muchos sus labios, las palabras salían con facilidad, como si el mismo viento las hubiera traído—. ¿Porque consideras que no valgo para verme sufrir?

Black aún mantenía en el rostro esa mueca triste, que tal vez de cerca pudiera pasar como sonrisa.

Harry se llevó una mano a la pierna, al sentir el mínimo roce con su piel sintió un fuerte ardor, no bajo la mirada, pues no quería darle ventaja al animago, pero sabía por la humedad que estaba sangrando.

—¿Tienes alguna idea de lo mucho que duele?—pregunto mirando al prisionero—. No puedo levantarme, estoy aquí... ¿Eh? ¿Solo te quedarás parado sin hacer algo?

Black movió su pie derecho un pequeño milímetro para poder acercarse y ver, pero se arrepintió, pudo darse cuenta que Harry tenía agarrado con fuerza una piedra, no muy grande pero si capaz de noquear a alguien si se golpeaba muy fuerte.
Eran claras las intenciones que el azabache tenía, entonces Black no le quedó de otra que quedarse en el mismo lugar.

—¡Has algo!—grito Harry ya harto, no sabía cuánto tiempo soportaría sangrar, la herida que tenía era muy profunda, corría en riego de muchas formas—. ¡Miserable!—con fuerza le aventó la piedra, pero no midió muy bien, fue a chocar a un árbol lejano. Ni siquiera había pasado cerca del  animago.

Black no pudo evitarlo y rió con la cabeza agachada, negó un momento y levantó el rostro para ver directamente los ojos de Harry.

—¿Exactamente qué planeabas hacer?—le pregunto con un tono de voz más entendible y calmado—. ¿Querías golpearme? Eres excelente para atrapar algo, más no para aventarlo.

—No te burles de mi—siseo y con furia se puso de pie, el intenso dolor intento tumbarlo, pero unió todas sus fuerzas y se mantuvo erguido—. No creas que no lo sé, conozco exactamente todo de ti.

—... Lo dudo—dijo con voz ronca.

—¡Sé que eres mi padrino! Y es algo que me causa repugnancia.

Black por un segundo bajo la mirada, se empezaba a sentir muy inseguro y mal, desvió la visión hacia un costado donde estaba la varita de Harry, se acercó hacia ella, un gesto que hizo que el azabache se sobresaltara por el temor.
Cogió con fuerza la varita y se la entrego a Harry.

—Has lo que quieras—murmuró el animago.

El azabache con rapidez cogió su varita, apunto al prisionero, sentía unas ganas enormes de vengarse, por fin podía tener algo de justicia por el desenlace de sus padres.
Pero algo en corazón se lo impedía, se sentía también cobarde e indispuesto, a eso se le sumaba el no saber alguna maldición que pudiera ocasionar el suficiente daño para matar.

Entonces no le quedó de otra que dar con fuerza media vuelta y caminar rápido para salir del bosque, sentía miedo de que Black lo siguiera y atrapará de nuevo, porque no se había dado cuenta que su pierna era el gran y único obstáculo que tenía.
El animago ni siquiera se había movido, esta vez no había puesto mucha importancia a que Harry huyera.

El azabache en menos de dos minutos logro salir del bosque, su mirada rápido se poso en la cabaña de Hagrid, era el único lugar donde le alcanzaba las fuerzas, no podía seguir caminando hacia el castillo, estaba muy lejos y cada paso que daba sangraba más su pierna.

Intento arrastrarla para no hacerle más daño, era imposible, entonces al darse cuenta que estaba a una distancia lejos del bosque, se sentó, respiro con agitación y trato de curarse la herida, pero entre más intentos parecía empeorarla.

—Harry.

El azabache dio un brinco y levanto rápido la mirada. Remus Lupín lo miraba preocupado.

—¿Que te sucedió?—le pregunto agachándose a ver la herida—. ¿En dónde estuviste? 

—El bosque... Hay... En el bosque—dijo nervioso.

—¿Que hay en el bosque?—le pregunto con un tono de voz más serio. 

Harry con ayuda del profesor se levantó.
—Black, Sirius Black está en el bosque. Debemos decirle al profesor Dumbledore.

Remus lo miro a los ojos con cautela, luego desvió su mirada al bosque, por unos largos segundos.

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