Construidos

22. Las piezas de ajedrez

Aunque estaba de pie en el epicentro de un juzgado me sentía como cada día. Resultaba cómico que la decisión final acerca del veredicto fuera la de mi padre. La Cámara principal del Concejo poseía una platea de varios pisos y sentados en sus triunfales asientos y divididos por sectores se encontraban los miembros centrales de cada clan. Mi posición me permitía reconocer y categorizar los rostros de las personas allí; los logos familiares bordados en sus respectivas vestimentas contribuyeron a ello. Mientras los veía no pude evitar pensar que, sin la existencia de la rebelión, en veinte años yo estaría ocupando alguna de esas sillas y discutiendo de la misma manera. Me acordé de como los originales cambiaron sus apellidos a los actuales durante la unión para establecer un emblema que los representase mundialmente. El repentino golpe del mazo de madera que utilizó Albert Natural para silenciar los murmullos hizo a mi corazón palpitar con mayor fuerza. La autoridad de mi padre era clara en este lugar.

―Colegas míos, recuerden que Kaysa Natural vino aquí en busca de presentar un testimonio y no a un juicio en su contra ―advirtió el líder del Concejo―. Ahora pueden continuar.

―Señorita Natural, usted se ha presentado hoy aquí para brindar información sobre el supuesto secuestro que sufrió a manos de Destruidos ―inició Henry Red, ocupando el puesto de jefe de La Corte Roja, después de que les dijera lo necesario.

―Perdón por interrumpirlo, usted dice "supuesto" como si fuera un engaño de mi parte, sin embargo, mis palabras no dicen nada más que la verdad ―mascullé en su contra.

Todos los presentes fuimos entrenados como políticos y la política se construyó a base de mentiras, por lo tanto, éramos perfectos mentirosos. No obstante, nunca me sentí orgullosa de saber de lo que yo era capaz de engañar.

―Permítame disentir. Me parece de gran asombro que haya logrado escapar cuando la mayoría de los que estamos aquí hemos perdido a conocidos por la causa rebelde ―increpó Pablo White. Lucía exacto como su hijo Finley con su pelo negro y ojos de un tono igual de oscuro―. ¿Cómo es que sobrevivió a tal atrocidad y consiguió regresar?

―Esa es una excelente pregunta y la respuesta es muy simple: fue gracias a un guardia de su corte, señor Red. Yo, a pesar de mis habilidades, jamás podría haber vuelto gracias a mis propios medios y él fue una ayuda fundamental. Le felicito por tener soldados que cumplan con su labor ―dije, adulándolo evidentemente.

―¿Y posee información adicional que sea de utilidad para descubrir su ubicación? ―cuestionó Millie Blue, dueña principal del centro de noticias denominado El Libro Azul y tía de Emery Blue. Las similitudes físicas entre las mujeres de esa familia parecían increíbles y a veces me preguntaba cómo habría sido nacer en su clan con la dicha de ser escritores―. Además de la que ya nos ha brindado, por supuesto.

Antes de que yo pudiera pronunciar otra oración Albert Natural se puso de pie.

―La sesión ha concluido. Recuerden que los participantes de mi clan han aceptado que la realización de este interrogatorio hacia mi hija para la ejecución de justicia en su estado más pleno y que podríamos haber enviado una carta simplemente ―manifestó él desde su estrado―. Repito, la sesión terminó. Puedes retirarte, Kaysa.

Hice una reverencia en muestra de respeto. Antes de marcharme de la sala recibí una mirada gélida por parte de Diógenes Stone. Estuve a punto de decirle en cara que había cantado victoria muy pronto con sus planes de derrotar mi reputación. Mi padre vendría luego de terminar sus funciones diarias. Encontré a mi madre esperándome en el pasillo, mostrando en su expresión su usual paranoia. Ella suspiró agradecida cuando le dije que no hubo inconvenientes. A medida que transitábamos los corredores finales del edificio central del Concejo la tensión se incrementó a mi alrededor debido a los susurros que se oían en cada pisada que dábamos y todo empeoró en cuanto llegamos a la salida.