28. De todos los crímenes

29.2K 3.1K 5.4K
                                    

Diego Stone

Estaba emocionado. Era la primera vez que me escapaba de casa de noche y, para mejorarlo, iba a salir con mi... Kay. Había sido bastante sencillo escabullirme; los guardias que protegían el exterior del recinto realizaban continuas rondas y si esperabas lo necesario podrías evadirlos. No sabía qué decía eso de la seguridad de la Mansión Stone, empero me benefició, así que no me acomplejé. Además, Dionisio me cubriría en caso de que mi padre preguntase por mí, cosa que dudaba que sucediera. Nadie me vio al salir. Aguardaba a una calle por mera precaución.

Después de unos considerables minutos de espera empecé a preocuparme. Existían miles de posibilidades. Ya había pasado el toque de queda y ella había insistido en que debía ser a esa hora. Me preocupaba que pudieran haberla atrapado, a pesar de que sabía defenderse sola incluso mejor que yo, o que cualquier otra cosa le impidiera venir. Nosotros dos éramos como imanes para los problemas y no de los divertidos. Como fuere. Ningún conflicto sería lo suficientemente grande como para destruirnos.

Yacía sentado en una de las bancas pintadas de dorado perteneciente a la plaza pública del sector de mi clan cuando de pronto alguien colocó sus palmas en mis hombros.

―¿A quién estás esperando? ―preguntó Kaysa en oído.

―A una chica que viene tarde a la cita que ella misma planeó ―respondí y meneé la cabeza hacia atrás.

Su rostro estaba ensombrecido por la oscuridad natural de la noche y ligeramente iluminado gracias a las farolas. De todas formas y en todas las formas, se veía bonita.

―Ella suena genial.

―Lo es, pero no muy puntual ―repuse. Recibí como respuesta un breve beso. Me puse de pie y Kay rodeó la banca. Le tomé las manos―. ¿A dónde me llevarás?

―A un sitio ilegal ―expuso con una sonrisa.

«¿Qué podía salir mal?»

Un millón de escenarios se me vinieron a la cabeza.

―Apropiado para la ocasión.

Mientras caminamos conversamos acerca de lo que no tuvimos oportunidad de decirnos en los anteriores encuentros que tuvimos, más bromas que cosas serias porque era una cita, no otra estresante reunión del Concejo. Cruzamos las calles nocturnas de Londres y gocé del recorrido planeado por Kaysa. No me quiso decir a qué se refería con "un sitio ilegal" y no indagué. Parecía espontáneo, pese a que ella no podía evitar planear con antelación casi todo y aprenderse el mapa de la ciudad entera. Me gustaba la idea de pasear sin un lugar definido con ella. Me gustaba la idea de estar con ella y punto. Finalmente llegamos a una especie de pub llamado "Las Ocho Campanas" localizado en una de las avenidas silenciosas y desiertas del clan Blue. Un edificio de piedra de dos pisos extensos se alzó frente a nosotros, enredaderas trepaban por sus paredes y numerosas ventanas de cristal y alfeizares azules permitían vislumbrar la oscuridad de lo que aparentaba ser un local cerrado y carente de clientes disfrutando de la libertad de romper la ley.

―¿Estás segura de que está abierto?

―No me hagas dudar ―suspiró previo a tocar la puerta.

―¿Cómo conociste este lugar?

―No lo conozco. Alguien me lo recomendó, por así decirlo.

Antes de que pudiera replicar, la puerta fue abierta por un hombre mayor. Podía jurar que lo había visto en la Cámara principal.

―Señorita Natural, no pensé que vendría. Tiene suerte, yo iba justo de salida. Ya estoy grande para estas cosas. Si desea entrar solo siga derecho, doble a la izquierda y abra la primera puerta. Disfrute la velada, se lo ha ganado ―declaró y se colocó su sombrero de color azul que me hizo deducir que pertenecía al clan Blue―. Espero su próximo artículo.

ConstruidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora