Diego Stone
Una semana más tarde del regreso a la Academia Black, yo me encontraba atravesando los pasillos ya conocidos con un destino marcado: el comedor. Kaysa me había pedido almorzar en el cuarto, a diferencia de los días anteriores en los que convivimos con los demás. Como no conocía a mucha gente, ella me presentó a las personas que había visto en la anterior sede de Destruidos y la verdad me desenvolví bastante bien como de costumbre. Ellos no eran para nada aburridos, algunos incluso provenían de otros países y poseían historias que pasarían por inverosímiles a menos de que las escucharas por sus bocas. Continué mi camino, circulando entre las personas que iban y venían, hasta que escuché a un par de rebeldes desconocidos dialogar acerca de ese día volverían sus compañeros al interior de la academia.
En cuanto vi a William al otro extremo del corredor me encaminé en su dirección con intenciones de averiguar a qué se referían.
―William, ¿puedo hacerte una pregunta? ―inquirí. Él asintió. A pesar de tener conocimiento de nuestro parentesco, los dos habíamos tratado de mantener conversaciones casuales y no tocábamos el tema de ese lazo familiar. Siendo honesto, eso era lo único podía soportar en ese momento―. ¿Es posible salir aquí unas horas y volver?
―Es complicado. Se han dado pocas salidas para evitar que se descubra la posición de nuestra locación, aun así, es posible. ¿Por qué lo preguntas?
―Es que he notado a Kaysa cansada. Es demasiado orgullosa para decirlo, pero el trabajo que le dieron por su título y a las decenas de reuniones que asiste diario la agotan. Creo que le vendría bien despejarse un poco, incluso si son unas horas ―expuse.
―De acuerdo. Veré que puedo hacer, espérenme en el Gran Salón ―aceptó luego de unos segundos de reflexión.
―Gracias.
―Y, Diego, estás para ella en una forma que yo no puedo, así que sigue tratándola como lo haces.
Cuando volví a la habitación hallé a mi novia tirada en la cama con la cabeza casi colgando del borde y el libro que le había prestado a un lado de su cuerpo, como si hubiera intentado leer y no tuviera ni ganas de pasar las páginas. La comprendía. Era víspera de año nuevo y ese año había sido de todo menos tranquilo.
―¿Qué haces?
―La placentera nada ―respondió Kaysa, dándose vuelta en busca de tener una mejor vista―. ¿Tú no ibas a traer el almuerzo?
Me encogí de hombros.
―Surgió algo.
―¿Algo cómo qué? ―indagó, levantando una ceja con curiosidad.
―Algo que requiere que te levantes.
―Es mi día libre, no pienso mover ni un dedo ―se negó efusivamente a pesar de estar consciente de que las reinas no tenían un día libre―. Vamos, ven aquí y dame un beso.
Fue una oferta tentadora que tuve que declinar.
―Si lo hago sabes que no podré parar y te he preparado una sorpresa.
―¿No puedes hacer que la sorpresa venga a mí?
―No.
―En ese caso tendrás que cargarme ―bromeó, sentándose. La miré con escepticismo ante ese tono infantil impropio de ella―. ¿Qué? Esto es lo que soy. Ámame o déjame. De preferencia tú elige la primera opción.
―Escogí esa opción hace mucho, mi amor.
Me incliné en su dirección con claras intenciones de besarla, sin embargo, en vez de tocar sus labios me topé con una superficie dura y fría que resultó ser la portada del libro. Ni me molesté en quejarme. Ojo por ojo, rechazo por rechazo.

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Construidos
Science FictionDinastía decapitada I "Si el amor te lastima, solo apaga tu corazón. Literalmente." Tras prohibir cualquier tipo de sentimiento, el reino se ha consolidado en el 2084 y está dividido por los clanes dirigidos por las familias de élite con la suprema...