XIX

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Desperté de repente, siendo embestida con una agradable suavidad. Abrí los ojos con más facilidad de lo normal, integrándome y encontrándome frente a frente con Harry, quien me saludaba con una coqueta sonrisa, que logró despabilar mi cerebro.

Pese a mi sorpresa, mi cuerpo no se tardó nada en empezar a reaccionar ante él, mis manos se enredaron en sus rizos, y mis caderas lo recibieron con gusto. Sus labios buscaron los míos, ansiosos, que los aceptaron sin oponer resistencias. Fueron besos que activaron mi libido en un instante, repletos de lujuria, con el sabor más exquisito para iniciar la mañana, acompañados de los incansables vaivenes.

-Buenos días, muñeca -saludó contra mi boca, su voz ronca de pura excitación.

-B-buenos días -jadeé, antes de retomar los besos.

Era increíble que nos habíamos pasado hasta altas horas de la madrugada de la misma forma, follando hasta que literalmente nuestros cuerpos no dieron más, y sin importar eso, Harry ya estaba listo para ir por más. No era una queja, al contrario, Harry tenía un apetito sexual insaciable, y horriblemente contagioso.

Sus caderas se aceleraron con el paso del rato, entrando cada vez con más fuerza y ganas, dispuesto a llegar al límite.

Mis dedos jalaron su cabello, e irremediablemente alejé mi boca de la suya, liberando un gemido, incapaz de seguirle el ritmo de sus besos, al menos no si seguía penetrándome de esa forma. Mi columna vertebral se arqueó, extasiada, y mis piernas se aferraron a su espalda firmemente, buscando incluso más cercanía. Entraba y salía con vehemencia, sin piedad alguna. Ya cuando el orgasmo cruzó por nuestros cuerpos, cerré los ojos, cegada, con las piernas temblorosas de placer.

Mi rizado cubierto en sudor, se retiró, cayendo a mi lado, sin aliento. Me abracé de él, acompañándolo en la recuperación de nuestras respiraciones.

-Menuda forma de despertar, Harry -suspiré cuando fui capaz de hablar.

-¿Es eso una queja? -preguntó, burlesco.

Mierda, no, claro que no lo era. Habría sido imposible. Me sentía infinitamente satisfecha.

-Por supuesto que no -negué con una sonrisa de medio lado, sentándome en la cama. Necesitaba darme una ducha con suma urgencia-. Sencillamente no acostumbro a despertarme así.

-Yo podría acostumbrarme... -insinuó, también sentándose, para luego comenzar a depositar dulces besos sobre mis hombros. Cerré los ojos complacida.

-Ya quisieras -reí.

-¿Y tú no? -cuestionó, deteniendo sus besos.

Preferí no responder.

-Hey... Ehm... Yo... Necesito darme una ducha -señalé, poniéndome de pie y robándole las sábanas de seda a Harry, cubriéndome con estas.

-Necesitamos -me corrigió, arrebatándome las sábanas, dejándome completamente desnuda, justamente como él estaba.

-No pienso meterme a una ducha contigo -mentí, cruzándome de brazos infantilmente. A su vez, él se ponía de pie para caminar hacia mí y jalarme de la cintura hacia sí.

-No es una pregunta -me dijo, seriamente, para cerrar con una coqueta sonrisa que me hizo sentir en el paraíso.

(...)

Ducharme con Harry acabó siendo un lío total. Básicamente porque me era sumamente difícil poder concentrarme en la ducha en sí cuando lo tenía a él insistiendo constantemente con sus manos y sus labios. Mas no me quejaba, de hecho, estaba disfrutando cada segundo a su lado.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora