CAPÍTULO 25

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—¿Qué va a pasar ahora con el caso, Leti? —inquiere Tomás tímido y dubitativo

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—¿Qué va a pasar ahora con el caso, Leti? —inquiere Tomás tímido y dubitativo. No quiere agobiarme más de lo que estoy, pero para nosotros es vital desempeñar nuestra labor con eficacia. Nuestra vida, al fin y al cabo, se nutre de eso. Somos unos nerd que hemos renunciado al ocio por nuestro trabajo—. No puedes hacerte una idea de lo pesado que está Arturo. El lunes te acribillará a preguntas. Está obsesionado por encontrar pruebas para reportarlas a sus superiores.

—Tengo que hablar con él. —Suspiro horrorizada y acongojada—. No es solo que me haya enamorado de ese hombre oscuro que me ha arrancado el alma, sino que antes de irme le expulsé una bomba a quien creía mi principal sospechosa. Le dije a Daniela que yo sabía que ella había matado a Jazmín y que yo en su lugar hubiese hecho lo mismo. Me declaré una asesina, Tomás, una mujer sin corazón ni escrúpulos. Allí es imposible que puedan volver a verme.

—¿Tan desesperada estabas? —En sus ojos se dibuja el asombro. Tomás me conoce. En general, soy comedida en mis actos y palabras. Tengo el defecto de que pienso todo demasiado antes de actuar y aniquilo mi espontaneidad.

—Tomás —suspiro—, ese sujeto me castigó por insultar a uno de los socios del castillo. —Desvío la mirada avergonzada—. Me azotó —confieso la mitad, la otra mitad me da vergüenza—. Allí ejercen esa clases de medidas para subrogar y dominar a sus sumisas. Días antes, yo, imbécil, me declaré una de ellas. No solo perdí mi dignidad, sino también mi poca cordura. No puedo enfrentarme a algo así tan demoledor y aplastante otra vez.

Sus ojos se abren como platos. Intenta encajar mis palabras.

—¿Te azotó? —indaga incrédulo. El fuego se dibuja en sus pupilas.

Asiento a la vez que aprieto con fuerzas mis dientes.

«Azotarme no fue lo peor, lo peor ha sido que mostró mi desnudez a Óscar».

—¿Ese animal te hizo daño?

—Sí, pero moral, solo moral —confieso.

—Lo vamos a denunciar —dictamina tajante.

—No, Tomás —interrumpo impaciente—. Yo acepté entrar a formar parte de un grupo de prácticas sadomasoquistas. A los miembros de allí les provoca excitación y placer el sufrimiento físico y la humillación. El primer día que llegué al castillo, vi cómo Daniela azotaba con un látigo a un hombre que estaba de rodillas ejerciéndole placer sexual a ella. Él estaba más que encantado.

Me escucho y me horrorizo.

Me miro las manos, no soporto los ojos de Tomás digiriendo mis palabras en su cerebro.

«¿Cómo he podido ser tan tonta? ¿Cómo he podido aguantar allí? ¿Y, aún peor, cómo pude volver a ese lugar tras aceptar una proposición de ese hombre?».

—Pero tú no eres así —resuelve indignado.

—Por eso nunca debí volver a ese lugar y mucho menos de la mano de ese hombre —dictamino tajante. Hasta ese momento en el despacho, donde fui azotada y expuesta, todo lo hice por voluntad más que propia

HUNDIDA EN TU OSCURIDAD © (En físico)Where stories live. Discover now