UN SOLO DISPARO.

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— Aún sigue estable...—. Afirmó una enfermera dentro de la pequeña habitación, junto con su compañera y el doctor que supervisaba el estado de una paciente.

— Sus signos vitales están bien, sólo aumentarle la dosis de suero. La que tiene se está terminando...—. Les indicó a las dos enfermeras que se encontraban a sus lados. — Iré a conversar con sus padres. Hagan lo que les ordené.

Ambas enfermeras se quedaron dentro de la habitación en la que se encontraba una joven paciente en estado de coma.

— ¿Sabes algo del por qué ella está así?

Interrogó una de las enfermeras a la otra mientras arropaba bien a la pequeña, acomodaba su cabello y limpiaba su cara con un paño húmedo. Su contraria, por otro lado, cambiaba la bolsa de suero vía intravenosa vacía, por una llena.

— Sólo escuché que intentó suicidarse tomando algunos sedantes... Más sus propios padres no saben por qué. — Contestó.

— No entiendo, ¿Por qué quiso hacer eso? ¡Es una chica muy linda! ¿Y qué edad tiene? — Volvió a interrogar.

— Déjame ver sus datos, así nos aclaramos todas las dudas que podamos formular.

Después de que aquella enfermera termina con el cambio del suero, se dirigió a la mesita de noche al lado de la cama de la joven adolescente. Dentro de ese lugar se encuentra una plantilla con los datos de la chica inconsciente.

— Su nombre es Abby Northwest. Tiene 16 años de edad. Su estatura es 1.68 cm. No posee alergias a ningún alimento o medicamento. Su sangre es O+ (positivo). Está internada desde hace una semana. Y dice aquí que presenta signos de depresión. Es la hija mayor de sus padres...

La perilla de la puerta sonó, debido a eso, la enfermera que tenía los datos de la joven adolescente a la mano, guardó rápidamente la plantilla en el mismo lugar en el que estaban antes. Haciéndolo a tiempo, ya que el doctor entró a la habitación por la puerta, acompañado de los padres de la pequeña.

— Pueden retirarse... —. Mencionó el doctor.

Ambas enfermeras hicieron lo que el doctor ordenó, tomaron todo lo que no pertenecía al cuarto o a la paciente. Y sin antes retirarse, hicieron una reverencia al resto de los presentes, para por fin irse, cerrando con cuidado la puerta de la habitación.

— Doctor Lee, ¿Nuestra hija si podrá despertar? —. Cuestionó la madre de la chica.

Esta poseía una piel blanca, aunque sé veía algo bronceada, unas ojeras debajo de sus ojos rojizos e hinchados. Y su cabello amarrado en una coleta recogida.

La señora era de baja estatura, sin embargo tenía un carácter fuerte, pero aun así... Quería ver a su hija despierta, que sonriera junto a ella, y que le contara por qué intentó acabar con su vida. Esa duda carcome la conciencia de la mujer.

— Señora Northwest...—. Resopló el doctor mientras hacía una pausa, meditando bien las palabras que usaría —. No sabemos cuándo la pequeña logrará despertar. Su estado es algo crítico, sufrió una sobredosis, está viva por la misericordia de Dios. — Concluyó.

— Haga lo que tenga que hacer. — Dijo el padre de Abby.

Su padre se encontraba con sus ojos rojizos y unas enormes ojeras, debido a su falta de sueño por estar llorando tanto por su hija. Su apariencia es intimidante, pero en el fondo, poseía un buen corazón. Su piel era oscura, pero de un color moreno. Y sus ojos de color café al igual que los de su esposa, sólo que estos eran más claros.

La señora Northwest, sollozó en lo bajo y derramaba una que otra lágrima debido al fuerte dolor en su pecho por el estado de su primogénita. Tomo la mano de su esposo y la apretó fuertemente para intentar apoyarse y aguantar las fuertes ganas de gritar.

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