Visitas inesperadas

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31 de octubre de 1825

Mi celebración de quince años se lleva a cabo en el salón principal de la casa, familias de muchas partes del país han venido para este día, las familias más importantes del lugar estaban en nuestra casa, personas que yo no conocía y yo lo único que quería es que todo terminara.

Mi madre había mandado a traer mi vestido desde Europa según ella había costado una fortuna y no perdía la oportunidad de decírselo a cualquiera que quisiera escucharlo, mi padre había mandado a preparar un banquete digno de la realeza, había músicos en vivo y hasta se me permitió beber una copa de licor.

Estaba demasiado nerviosa al realizar mi presentación que cuando mi madre me buscó para bajar sentí como mi corazón comenzó a latir fuertemente, ella había elegido un vestido que me dificultaba respirar de un color rosa pálido lleno de olanes, mi reacción natural a la falta de aire fue abanicarme con el abanico de mano que me obsequió propiedad de mi abuela.

Uno de los carruajes de la casa lo tuve a mi disposición, tirado por dos hermosos caballos que me llevarían hasta la parroquia donde agradecería a dios y recibiría la bendición del sacerdote como manda nuestra fe, haríamos todo como buenos católicos, mi madre se aseguraría de que nunca exista una mancha en el apellido de nuestra familia.

Mi padre orgulloso en su uniforme de gala me esperaba al pie de la escalera después de la ceremonia religiosa, como si yo fuera un ternero se me presentó en sociedad y aquel hombre exhibía a su hija con orgullo anunciando que estaba lista para ser entregada al mejor postor. Bailamos juntos para después dar paso a cada soltero elegible del lugar a que bailara conmigo, el primero en la lista fue el sargento Rodríguez; saludé y brindaron por mis cientos de personas, ahora soy una mujer según todos los que acudieron a la ceremonia.

Pude escaparme por un momento de las historias de guerra del sargento Rodríguez y encontré refugio en la biblioteca, la paz, el silencio y el olor a libros me relajo de inmediato tanto que no me di cuenta de que una chica estaba leyendo en una de las mesas de mi padre. Conocía a esa señorita me había impactado antes el color de sus ojos y ahora me impactaba aún más su belleza, llevaba un fino vestido de gala color vino con adornos dorados que debo decir era mil veces mas lindo que el mío.

—disculpé, no sabia que este lugar estaba ocupado —dije a manera de saludo

—oh, no se preocupe entre aquí sin permiso —se disculpó la chica, la hija de nuestros nuevos vecinos, aquella que posee una belleza que yo ansiaba plasmar en un lienzo

—es usted la hija del señor Gallardo ¿cierto? —

—Daniela, si y disculpe por estar aquí no es que no disfrutara de su celebración solo que todo es un poco...—

—abrumador —terminé de decir por ella

—si —sonrío

—¿Qué leía señorita? —pregunté curiosa acercándome a ella.

—tenemos casi la misma edad, podemos hablarnos de tu si no te molesta —comentó mostrando el libro que tenía en sus manos

—¿cuentos de hadas?, mi madre trajo ese libro de España, me lo leía todas las noches —comenté sonriendo

—es hermoso en realidad —

—¿crees que la fiesta es aburrida? —pregunté

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora