ASCENSO DEL MARTES

31.8K 5.3K 2.2K
                                    

Son las 21 h pasadas. Estoy frente a los ascensores. Otro día más, otra oportunidad más que no pienso desaprovechar. Me he pasado todo el día esperando a que llegara el momento del encuentro, incluso he preparado diferentes maneras de entablar conversación por si surgen momentos incómodos.


PREGUNTAS ANTISILENCIOS:

1. ¿Por qué te gustan tanto los delfines?

2. Al final no te dije por qué el conejo es mi animal favorito. ¿Quieres saberlo?

3. ¿Por qué siempre usas el ascensor de la derecha?

4. Me gustó mucho la novela que me prestaste. ¿Viste la peli?

5. En caso de emergencia, tengo el famoso, desesperado y patético: Ha quedado buena noche, ¿verdad?


Así que, sí, vengo preparado. Aunque espero que no me haga falta emplear ninguna de estas preguntas y que la conversación fluya por sí sola.

—Hola, Rebita. Muy buenas, Rebe. Eh, ¿qué pasa, Rebeca? —ensayo el saludo hasta que llego a la segunda planta. Las puertas se abren y aparece ella—. Eh, ¿qué Rebe, pasa?

Mierda. Me he liado. Esta frunce el ceño, entra y dice:

—Eh... ¿Hola, Andrés?

Me río, nervioso. Rebeca pulsa el botón del octavo, me sonríe y se me queda mirando. Me encanta. Las puertas se cierran y el ascensor se pone en marcha, igual que la cuenta atrás:

69"

—¿Qué tal estás? —me intereso.

—Bien. —Sin devolverme la pregunta, se apresura a sacar tema—: No me diste tu opinión sobre el libro.

Por lo que veo, ha usado mi opción antisilencios número cuatro. ¿Es que ella también habrá estado preparando temas de los que hablar?

60"

—Me gustó mucho. Te debo una.

—Estoy leyendo otro —informa—. Si quieres, cuando lo acabe, te lo presto.

—¿Cuál es? —pregunto intrigado.

Rebeca busca en su maletín, y saca un viejo libro en edición de bolsillo:

—Asesinato en el Orient Express, de Agatha Christie —lee el título—. Hay diferentes películas basadas en esta historia, pero, obviamente, primero te recomiendo leer el libro.

50"

Si bien ayer Rebeca estaba graciosilla, hoy está parlanchina. Creo que nunca la había escuchado hablar tanto, tan seguido. Acabo de descubrir que su voz también es especial. No es dulce, pero tampoco irritante. No es aguda, pero tampoco grave. No sabría dónde colocarla en un coro. Y diga lo que diga, suena calmada.

—¿Andrés? —me baja de la nube.

—Eh... ¡sí! Que me lea el libro antes de ver la peli —resumo sus palabras—. Pero ¿por qué das por hecho que no lo he leído ya?

40"

—¿Lo has hecho? —se emociona, y ahora me siento mal por responder:

—No, la verdad. —Lo compenso—: Pero si tú me lo recomiendas, lo haré.

—¿Te fías de mi criterio?

—Me fío de ti.

30"

Ella no articula palabra, y no hace falta: su alegre expresión lo dice todo. Digamos que no la oigo, pero la escucho. Es lo contrario a lo que le pasa a la gente conmigo: me oyen, pero no me escuchan. Son incapaces de seguir con atención el hilo de mi conversación. Pasan de mí. Creo que los aburro. A mí jamás me ocurriría eso con Rebeca. No podría perder el hilo. Lo sigo tan cautivado como un gato sigue un ovillo. Ojalá ella también siguiese mi hilo como una juguetona gatita... Vaya, qué mal ha sonado eso.

—¿Te fías de alguien que no conoces? —vuelve a sacar tema. Está de racha.

20"

—Sé que eres buena persona. —Señalo el libro, cuya portada está llena de arañazos, arrugas y trozos desgastados—. Es evidente que no te fijas en la apariencia, sino en el interior. —Soy consciente de que ha sonado demasiado cursi y forzado.

Rebeca se encoge de hombros y se centra en explicar el deterioro de la cubierta:

—Tiene muchos años. Es de mi amuma. —Por cómo ha llamado a su abuela, deduzco que su familia es vasca.

—Ya, bueno... Está claro que es muy vieja.

—¿Mi amuma?

—No, ¡no! —corrijo apurado—. ¡La novela! Me refiero a la novela.

Nos miramos fijamente, sumergidos en una tensa pausa, hasta que sus labios se curvan y dan paso a carcajadas por ambas partes. Es la primera vez que la escucho reír así, tan libre. Es maravilloso.

10"

—Ya te pasaré el libro cuando lo acabe —dice, y lo vuelve a guardar en el maletín.

—Pero ¿de qué va?

—Los sospechosos de un asesinato quedan atrapados durante días en un tren que no puede avanzar por culpa de la nieve —me cuenta, y anoto que también le gusta el misterio—. ¿Imaginas que te ves obligado a vivir algo así? Qué horror.

—Estar con un asesino, sí, no me convence. Pero lo de quedarme atrapado... Según. A mí me resultaría maravilloso que nosotros dos nos quedáramos aquí encerrados. —Ya está dicho. No hay vuelta atrás.

—Oh... —La he dejado de piedra. Está tan inmóvil como el Orient Express entre la nieve.

Antes de que le dé tiempo a reaccionar, el ascensor se detiene. ¿Nos habrá escuchado el universo y lo habrá averiado? No, tan solo hemos llegado a su destino.

0"

Las puertas se abren y, sin embargo, ella no se marcha. Sigue petrificada, hasta que separa sus labios levemente y confiesa:

—Tengo cierto respeto a los ascensores. Pero a mí tampoco me importaría quedarme encerrada si fuera contigo. —Da media vuelta y las puertas se cierran a su salida.



----------

¡¡¡Ahhhh!!! Encerremonos con ellos también jajaj

¡Hoy subiré otros cuatro capítulos!

¡Hoy subiré otros cuatro capítulos!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


69 SEGUNDOS PARA CONQUISTARTE (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora