IV

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En su sueño, la niña estaba hermosamente vestida; Lucia como una autentica princesa; En su cabeza reposaba la tiara que antes perteneciera a Rapunzel. Sus ojos brillaban de alegría, pues estaba buscando a su adorada madre. Tenía que decirle que un amigo suyo había venido desde muy lejos a verla. Por fin, la princesa divisó a la reina y corrió hacia ella.

- ¡Mamá! – Exclamo Ariadna, abrazando a Rapunzel por la espalda, sorprendiéndola.

-Oh cariño - Dijo la mujer al girarse a verla. -No debes sorprender así a tu madre. Podrías matarme de un susto al ver tu cara tan de repente - Río, causándole una expresiòn de confusiòn a su hija- Sólo bromeo, mi niña.

-¡Perdón! Pero debo contarte algo. Un muchacho ha venido de muy lejos a verte. Dice que es tu amigo, se llama Varian – Dijo sonriente la princesa. - ¿No estás contenta? Llevas mucho tiempo esperando su visita.

- ¡Oh! ¡No puedo creer que al fin haya venido! - Exclamó Rapunzel con alegría. - ¡Tengo que ir a verlo en este instante! - La reina se apresuró hacia la salida, pero se detuvo al ver que la princesita la seguía. -¿A dónde crees que vas?

-Iba a acompañarte hasta donde está él, le dije que te llevaría a su lado –Contestó Ariadna, extrañada por la acción de su madre.

-No. Gracias, cariño. Puedo ir sola, ¡Si dejo que me guíes terminaremos pérdidas! - Rapunzel soltó una carcajada, causando que su hija bajara la mirada - ¡Oh vamos! No hablo en serio. Es solo que es algo privado, es de gente importante y tú... Bueno, no estas incluida – Le dijo la mujer sin vacilar.

De pronto, todo el escenario dentro del sueño cambió,  todo era oscuro y lúgubre, el ambiente era pesado y sofocante, sólo podían ver lo que alumbraban las antorchas encendidas atrincadas en la pared. Madre e hija  se encontraban en las mazmorras del castillo, La tiara y los finos ropajes de Ariadna habían desaparecido, siendo reemplazados por su traje de sirvienta, en cuanto a Rapunzel, ella se hallaba en una celda húmeda y deteriorada, como el interior de un viejo pozo abandonado. Ariadna la contemplaba desde fuera con tristeza, la llenaba de dolor el ver a su madre así, sin embargo, era distinto desde el otro ángulo, la reina la contemplaba con desprecio.

-Mamá...- Dijo suavemente la pequeña.

- ... ¿Cómo te atreves? – Dijo Rapunzel. - ¿¡Cómo te atreves a ponerte frente a mí!? ¡Mira lo que has hecho! – La acusó. –Esto que soy... Esto que me han hecho... ¡Es por tu culpa! ¡Todo es por ti! ¡Por una mocosa estupida que cree que es la princesa! ¡Ha! – Rapunzel rio con sarcasmo. - ¡Madura de una vez! Nadie te quiere, eres ingenua y problemática. ¿En verdad crees que alguien va a mostrarte compasión? ¡No! ¡Nadie se preocuparía por alguien como tú!

-Pero... - Dijo la niña mientras retrocedía. Las palabras de su madre le hirieron cual dagas. –Ellos fueron amables conmigo... – Añadió refiriéndose a los visitantes que descansaban en sus aposentos. –Yo, creo que les agrado...

- ¡Pero qué tonta! ¿Agradarles? - Soltó una muy sonora carcajada- ¡¿Pero qué dices?! ¡Sólo te están usando! Te engañan. Y es tan simple para ellos, eres tan ingenua y predecible. ¿Y sabes que es lo mejor? Cuando te descuides, te matarán... ¡Crees que lo sabes todo, pero no es así! Tu madre sabe más.

-No...- La niña cayó de rodillas, sus ojos estaban abrasados en lágrimas. –No... Por favor... ¡BASTA!  Ya no quiero ser una muñeca...

- Lástima cariño - Dijo Rapunzel mirándola con unos ojos casi demenciales. -¡Eso es lo que eres y eso es lo que siempre vas a ser!  Una muñeca que puede ser usada por cada persona que aparezca en su vida... Solo para eso existes, ¡No tienes otro propósito más que el de ser un objeto!

Golden PrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora