Unos soldados llegaron a mi casa, ya había terminado los entrenamientos y me habían dejado unos días para despedirnos de nuestras familias, ayer le había entregado nuevamente todo mi amor a Jin Sol, pero no esperaba que me vinieran a buscar, para llevarme hacia el barco y embarcar tan rápidamente.
—¿Puedo despedirme de unas amigas?
—Negativo, soldado.
Uno de ellos me cogió del brazo, al ver que no me movía. Mi padre, el cual se encontraba en la cama, había vuelto mal herido de una fábrica de carbón que había a unos 20 kilómetros de casa, dándome a entender porque nunca estaba, me deseó muchísima suerte y en un último momento quiso cambiarse por mí y así morir, para que dejaran a su familia en paz, pero nuevamente yo no quise que eso ocurriera.
Eran las 10 de la mañana, Jin Sol siempre venía un poco después de esa hora, para ir a los campos de arroz y ayudar con la plantación.
Intenté por todos los medios hacer algo más de tiempo, pero los soldados se estaban desesperando.
Caminé lentamente por las calles embarradas, mirando el cielo nublado, sin rastro de Jin Sol por allí...
No quería irme y no despedirme de ella, no me lo perdonaría... ¿y si moría?
Estaba empacando las pocas cosas que tenía conmigo, como algo de ropa y los uniformes, una foto de Jin Sol y otra de mi familia...
Miré hacia el pueblo de Seúl que dejaba atrás, esperaba que no fuera la última vez que pisara este muelle. Mi vista se paró en una chica, la cual venia corriendo por la calle, le faltaba respiración, llegando junto a mí y abrazándome con fuerza, cayéndonos al suelo.
—Prométeme que volverás, Jung Eun, promételo... —dijo entrecortadamente— te amo, no quiero perderte, por favor, eres la única persona que amo con toda mi alma, si te mueres, no sé qué haría sin ti... —lloraba con su cuerpo entre mis piernas.
—Te lo prometo amor... —acaricié su cabellera rubia.
Nos levantamos del suelo, varias personas nos miraban raro, pero no nos importó. Jin Sol volvió a abrazarme por última vez, dejando un leve beso sobre mi mejilla y con mucho pesar solté lentamente la mano de mi novia, hasta que nuestros dedos dejaron de rozarse...
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Subí a aquel barco muy desanimada, Ji Min y Won Ho se despidieron también de la rubia con una triste sonrisa.
—¡Cuídenla por mí! —gritó cuando el barco ya había zarpado.
—¡No te preocupes! —sonrió Ji Min— ¡está en buenas manos!
Jin Sol no se movió del muelle, quitaba sus lágrimas con sus dedos y lloraba desconsoladamente, partiéndome el corazón en mil pedazos.
19 Abril, 1922.
Varios días atrás, uno de mis mejores amigos, Ji Min, había muerto al producirse una gran explosión en la trinchera donde nos encontrábamos. A él le había dado de lleno y a mí, varios de aquellos trozos quedaron incrustados en mi brazo derecho.
—Soldado Kim, resista... —dijo el médico ocupado de mi operación en aquel sitio tan sucio.
Grité, escapándoseme muchas lágrimas cuando rajó justo encima de la herida, la sangre caliente corrió hasta mi mano, apenas podía mover el brazo de lo que dolía. El médico con unas pinzas estiraba y retiraba aquel material, provocando un fuerte dolor en mis músculos...
—Por favor... —aunque tuviera una banda metida en la boca mordiéndola con fuerza, el dolor punzante no menguaba y Won Ho me dio otro trago de whisky.
—Eres una de las mujeres más fuertes que he conocido en mi vida, no vayas a morir ahora, ayer resististe muy bien, hoy igual...
Yo negué con la cabeza, mirándolo fijamente a los ojos.
—Jin Sol te está esperando —pronunció con seriedad— ella está allí en Seúl, sufriendo por ti, así que no mueras.
—¡Aguantaré! —grité al sentir otro corte más abajo, de nuevo me dio otro trago, el sudor corría por mi frente y respiraba con dificultad.
—Ji Min estaría orgulloso de ti también.
El aguantó mi mano buena con fuerza, hasta que mis ojos se cerraron por el cansancio y la sangre perdida.
—¡Jung Eun! ¡Oh, no Jung Eun! —escuchaba muy lejos de mí.