Capítulo 32.

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Mis uñas resonaron en la enorme mesa donde quedamos los cuatro sentados esperando al padre de Byron, estaba tan alejada de Ethan, que temía perderlo de vista. Él mientras tanto se removía inquieto en la silla, esquivando la escurridiza mano de la madre de mi supuesto novio.

En ningún momento sonreí; los dos éramos culpables por mucho que no lo aceptáramos; Ethan por jugar al ridículo juego de los celos; y yo por no avisar que iba a ayudar a mi amigo. Y era eso lo que estaba haciendo. Byron el poco tiempo que estuvo a mi lado, solo dedicó aquellos minutos a ayudarme y hacerme un poco más feliz.

Sentí el apretón de su mano, la cual estaba muerta de miedo por la acusadora mirada del stripper. Pero más miedo daba su madre, que me mataba lentamente en cada cerrar de ojos. ¿Si tanto me odiaba...por qué no me echaba una vez más? Y era tan simple, que solo había que mirar a mi supuesto hermano.

Estaba loca por él. Era igual que una adolescente enamorada de un guapo actor con reluciente dentadura. Gruñí al pensar que la mano de la bruja estaba tocando la de mi vecino por debajo de la mesa, coqueteando con un hombre atractivo.

Y estaba casada, porque además estábamos esperando al señor Ross.

— ¿Y tu padre, Byron?

Primer ataque.

En vez de responderme él, lo hizo su madre.

—Está muy ocupado. Tiene bastantes negocios por todo el país...—su sonrisa desapareció cuando la interrumpí.

—Sí, su hijo me habló del parque de atracciones y como una parte de las ganancias van a asociaciones para niños con cáncer.

—Exacto —dijo asombrada ante mi educación.

Silencio.

Miré a Ethan, el cual apartó la mirada.

— ¿No es mejor que cenemos? Papá llegará tarde de nuevo, y él preferiría que empezáramos nosotros —Byron quitó la mano, y con una dulce sonrisa intentó levantarse. —Iré a avisar...

— ¡No! —Alzó la voz—. Quédate aquí, ya iré yo.

La bruja movió su dorada melena llamando la atención de Ethan. La miró, y por vergüenza al no tener expresión en el rostro, sonrió de la manera más sexy.

—Oh, qué mala suerte.

— ¿Sucede algo, señora? —preguntó Ethan levantándose preocupado.

—El servicio tiene descanso —me miró de reojo y aguanté las ganas de sacarle la lengua y enseñarle mi precioso dedo corazón. — ¿Crees que podrías acompañarme?

—Por supuest...

— ¡No! —arrastré la silla hacia atrás llamando la atención de todos.

— ¿Por qué no? — ¡Maldito Ethan!  No podía preguntarme eso, no cuando no quería que estuvieran a solas. — ¿Sucede algo, hermanita?

No me gustó su tono.

—Sí. Claro que sí, hermanito —pasé por detrás de Byron, acercándome hasta esos dos. — ¿No recuerdas que no te encontrabas bien? Ya sabes...solo estás aquí para comprobar que estaba bien y luego volver a casa.

— ¿Tienes que marchar?

Preguntó apenada.

—No —si volvía a sonreír le iba a borrar la sonrisa con una patada en la entrepierna.

¡Calma los celos, Freya!

¡Pues que deje de coquetear con ella!

Tú has empezado.

Tengo mis motivos...

Dejé de ser una loca durante tres minutos.

—Sí, Ethan, sí —solo me faltó guiñarle el ojo. —Como papá está trabajando en el hospital, tú has aprovechado para tener una cita con una chica.

La rubia enrojeció, parecía que la base de maquillaje había desaparecido, junto al bronceado de la máquina de rayos uva.

Vi como Byron tragó saliva, sabiendo que en cualquier momento alguno de los dos confesaría que no éramos hermanos.

—Hermanita, hermanita, hermanita... ¿Cuántas veces te tengo que decir que no te metas en mi vida? Ya soy grandecito —canturreó y posó un brazo por encima de mis hombros. —Y la chica de la que me hablas, lamentablemente me ha roto el corazón.

—Hay mucha zorra suelta —dijo en bajini la madre de Byron.

Pensaba que no lo habíamos escuchado, pero yo lo escuché a la perfección.

—Seguramente no lo ha hecho apropósito —mis parpados bajaron por la tristeza. —Ella te iba a avisar.

—No lo creo —dejó un beso en mi mejilla—. Vuelvo enseguida, mon amour.

Había quedado tan sexy hablando en francés. Hasta le hubiera besado si no se supusiera que estábamos peleados.

El silencio volvió al brillante comedor donde me encontraba. Byron apoyó la barbilla sobre mi cabeza, sabiendo que alguna que otra lágrima recorrió mis mejillas.

—Lo siento mucho, chica chicle.

Moví la mano quitándole importancia.

—Él sabe que tú eres mi amigo, y que yo estoy enamorada de él.

—No te preocupes, yo le explicaré más tarde...

Giré sobre mis talones.

— ¿Puedo preguntarte algo? —asintió. — ¿Y serás sincero?

Byron sonrió de esa forma que esfumaba los problemas, con su imperfecta sonrisa que alegraba un día soleado.

—Cualquier cosa por la única persona que descubrió que existía.

Maldita y hermosa dulzura de él.

— ¿Tu madre alguna vez le fue infiel a tu padre?

Apartó sus ojos de los míos.

—Freya, ¿por qué crees que él no vive aquí?

Y ahí conseguí mi respuesta.

Esa maldita bruja de rostro de Barbie vieja quería atacar a mi chico.

¿Piensas que te voy a dejar tocarlo? No conoces a Freya, loca.

— ¿A dónde vas? —escuché de fondo.

—A convertirla en la gemela de Chucky.

Solo esperaba ver a una gran distancia a Ethan de ella, y no besándola o tocándola, ya que me destrozaría el corazón. 

 

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¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora