32. Como cuando Ivanna te tiene de las bolas

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Dedicado a SoyLaChely,  mi querida Grace, ¡gracias por todo tu cariño y apoyo! 

Y mención especial a Aris Dayanne y todos los que dejan gráficos en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros.

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32. Como cuando Ivanna te tiene de las bolas

Dormí solo tres horas. Pese a que apoyé mi cabeza en la almohada poco después de las tres de la mañana, no pude conciliar fácilmente el sueño. Esperé este momento hace mucho y ahora esta nueva idea está lejos de abandonarme.

Al despertar inclusive luché contra el deseo de quedarme en casa escribiendo o dibujando, pero venir a Doble R es volver a verla, y necesito verla; contemplarla para comprobar si la dibujé bien. ¿Qué pensaría de enterarse que la convertí en su ser mítico?

Tanto el reloj del quinto piso como el mío marcan las 07:32 a. m, los ejecutivos que ya llegaron todavía no ingresan a la sala de juntas, lo que indica que vine a tiempo, la reunión aún no empieza.

Tomo asiento en la sala de espera y saludo a Ruth que una vez más se muestra sorprendida de verme. Lo mismo Lila y el resto de los invisibles.

—Ni siquiera parece estar sufriendo —murmuran, reuniéndose alrededor del dispensador de agua.

—Así de buena debe ser la vampiresa abriendo las tenazas y él haciendo llorar al cíclope chino.

Lo inquietante es que, a diferencia de la semana pasada, esta vez esos comentarios no son mentira. Entre Ivanna y yo sí pasa algo.

—Puedo oírlos, ¿saben? —los interrumpo de cualquier modo, aunque no parece importarles.

—Dice que nos puede oír.

—Miente —siguen hablando.

—Quién iba a decir que se encapricharía con un niño.

No soy un niño.

—No ha llegado, ¿vieron? Pero el chico sí.

—Entonces no durmieron juntos.

—O solo intentan disimular.

¿Ivanna aún no está aquí? Eso si me sorprende. ¿Intentará hacer una entrada triunfal?

Uno tras otro los ejecutivos de Doble R se reúnen cerca de la puerta de la sala de juntas pero solo entran cuando el señor Rodwell y el señor Aguilera salen del elevador e ingresan primero. También los sigo. Si la reunión está por comenzar y mi jefa aún no llega, debo tomar nota.

Ocupo mi lugar detrás de la silla que le corresponde a Ivanna y saco de mi bandolera la agenda que dos semanas atrás me entregó ella. Mientras, en la mesa, billetes de diez, cincuenta y cien son deslizados de una persona a otra al mismo tiempo que me miran de reojo.

—Con esto quedo fuera —se quejan.

—En serio no pensé que pasara otra semana.

—Sigo en el juego porque yo le di el mes.

Apuestas.

—Esperaba más de Ivanna.

Aunque eso no es «nuevo» para mí, desde el día que llegué todos hablan sobre cuánto más estaré aquí y por eso mismo tuve una pequeña fiesta de cumpleaños.

Aun así, ¿en serio creen que no los escucho? O por eso mismo lo hacen. O solo no les importa. Porque cuando Ivanna está presente no son tan obvios.

Dirijo mi atención al señor Rodwell, él platica con el señor Aguilera, por lo que no se da cuenta. De cualquiera manera, ¿qué haría? ¿Quejarme?

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora