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Un peso pareció soltarse dentro de mí al mismo tiempo que los grilletes abiertos caían al suelo haciendo un ruido sordo, liberándome

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Un peso pareció soltarse dentro de mí al mismo tiempo que los grilletes abiertos caían al suelo haciendo un ruido sordo, liberándome. Sin embargo, mi alivio duró muy poco cuando los dedos de mi padre se cerraron alrededor de mi brazo y tiró de mí con firmeza, obligándome a caminar; sus ojos estaban clavados en cualquier otra parte que no fuera mi rostro, y supe que tendríamos una seria conversación una vez estuviéramos a solas.

—Deberías vigilar más de cerca a tu hija de ahora en adelante —comentó Ramih antes de girarse hacia Darshan, que continuaba encadenado—. Y tú, tú serás ejecutado mañana al amanecer.

Mis pies titubearon cuando escuché su sentencia, forzando a mi padre a reducir ligeramente el ritmo de nuestra huida. Darshan se limitó a bajar la cabeza y clavar su mirada en sus cadenas, apoyadas sobre su regazo; el estómago pareció encogérseme cuando le contemplé en ese estado, después de haber confesado quién era realmente... lo que había hecho. Mi padre me instó a que siguiera caminando, impaciente por abandonar la celda y a las dos personas que dejaríamos atrás; lo último que vi fueron los ojos grises de Darshan antes de que la puerta se cerrara y quedara a merced de Ramih, quien, estaba segura, iba a aprovechar la oportunidad que se le había presentado.

—Papá...

—No digas ni una sola palabra, Jedham —me cortó abruptamente—. Aquí no.

Mi padre era consciente de los riesgos que correríamos de ser oídos, de cómo se emplearía esa información. Sin embargo, había notado algo en su voz que me indicaba que no me había hecho callar únicamente por el peligro que se escondía en la oscuridad de las cuevas, sino también su propio enfado después de que Cassian le hubiera encontrado, cumpliendo con lo que yo le había pedido.

Sus dedos no me soltaron durante el tiempo que duró el trayecto hacia un rincón apartado, donde podía ver una vieja cortina cubriendo un hueco en la pared. Una puerta, en realidad. Mi padre apartó la tela con energía y descuido, empujándome al interior; la Resistencia había hecho un gran trabajo acomodando las cuevas para albergar a los rebeldes, incluyendo a sus familias.

Pero mi padre nunca nos había pedido a mi madre y a mí que abandonáramos todo por instalarnos en las cuevas, en aquel dormitorio que le pertenecía.

Podía contar con los dedos de una de mis manos las veces que había estado en aquel lugar, pero seguía estando tal y como la recordaba. El espacio era generoso, lo suficiente para que cupiera un camastro, una mesa baja, cojines y un par de cómodas desvencijadas donde mi padre tenía colocadas lámparas que permitían mantener iluminada la habitación.

Cassian, cumpliendo las órdenes de mi padre, estaba sobre uno de los cojines. Se puso en pie de un salto al vernos entrar, pero un simple vistazo por parte de mi progenitor le convenció de no intentar acercarse a mí.

—Papá, yo...

Por segunda vez, mi padre no me permitió continuar con mi discurso sobre lo sucedido. Sobre lo que Cassian debía haberle contado para, por último, decirle que había sido apresada por órdenes de Ramih Bahar después de que Darshan me hubiera acusado de ser amante de un nigromante.

EL TRAIDOR | EL IMPERIO ❈ 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora