Capítulo 12 | Olor a suelo

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Dolía

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Dolía.

Dolía saber que no sentía lo mismo que yo, pero las esperanzas creían cuando veía sus sonrojos, sus ojos brillando con emoción de aquella manera tan asombrosa.

Me deleité con su perfume y con su cuerpo junto a mí, con su presencia cautivadora. Sus dedos jugueteaban trazando círculos en mi pecho, moría por decirle que se detuviera porque me estaba volviendo loco y no quería perder la cordura. Quería ir lento y saborear cada mirada, cada vez que nos tomáramos la mano, anhelaba probar todo.

Su cuello se enderezó para poder mirarme, así que agaché la cabeza, haciendo que nuestras narices se encontraran en el camino.

—Tus ojos brillan —emitió, mirándome con detenimiento. Aparté con dos caricias los cabellos rebeldes de su rostro y los coloqué detrás de su oreja—. Siempre me han gustado.

—¿Qué más te gusta de mí? —cuestioné, perdido en los latidos apresurados de mi corazón. Una de sus comisuras se elevó, al igual que su mano izquierda que acarició la rama de mi mandíbula.

—¿Por qué piensas que me gusta alguna otra cosa? —Mordí mi labio para retener la risotada por su desfachatez.

—Mantengo las esperanzas —dije serio, su risa burbujeó—. Podría pasar una vida escuchándote reír y no me cansaría, luciérnaga.

Sus mejillas se tiñeron de rojo y clavó su vista en mis labios. Estábamos demasiado cerca, no tenía idea de si podría resistirme.

Se acurrucó más contra mí.

—¿Por qué hiciste lo del refresco en el centro comercial? —preguntó, cerré mis ojos y dejé que mis labios dieran un paseo por su rostro, siguiendo los pasos que mi mente ya conocía.

—Porque no iba a permitir que te avergonzaran así.

—Nunca me defendiste antes —soltó tajante, fue mi turno de sonreír por tal disparate.

—No te diste cuenta —dije. Estaba a punto de reponer, la interrumpí porque ya sabía lo que diría—. A Amanda también, cariño, sin embargo, No podía controlar todos sus insultos. Lamento haber estado con ella todo ese tiempo, jamás me he arrepentido tanto de algo. Fui tonto al pensar que iba a dejar de amarte, no pude, Amanda sabía de mis sentimientos hacia ti.

Abrí mis ojos para mirarla

—¿Cómo que lo sabía? —preguntó estupefacta, me encogí de hombros.

Carlene se relajó y se acomodó más cerca, yo hice lo mismo apretándola con mis brazos, deseaba sentirla toda, besarla hasta que me olvidara de todo.

—Todos lo notaban menos tú, muy en el fondo quería que te dieras cuenta, pero nunca lo hiciste. —Deposité mis labios en la esquina de los suyos y fruncí—. ¿Recuerdas aquella vez que me dijiste que no irías conmigo al baile de San Valentín cuando estábamos en secundaria? —Asintió—. Te había preparado una sorpresa para después, había comprado velas y un montón de rosas blancas porque eran las únicas flores que te gustaban. Mi madre me prometió que me ayudaría a preparar una deliciosa cena solo para nosotros dos. Quería decírtelo, no me importaba si estabas con Richard; pero me dijiste que no porque tenías mejores cosas que hacer que ir a una tonta fiesta conmigo.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora